6 de junio de 2021
1382 • AÑO XXIX

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Solemnidad del Corpus Christi

Un Cuerpo entregado para la vida del mundo

Imagen de la celebración del Corpus en la Catedral de Granada en el 2019.

El próximo 6 de junio se celebra la festividad del Corpus Christi. Les ofrecemos el mensaje que han publicado los obispos de la Subcomisión Episcopal de Acción Caritativa y Social, conscientes de que este día es también el Día de la Caridad.

“CONMIGO LO HICISTEIS”

“Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25,40).

En este tiempo de pandemia, con la convicción de que el Señor camina con nosotros, celebramos la Solemnidad del Corpus Christi, el Día de la Caridad, en el que estamos haciendo de las dificultades del momento una gran oportunidad para tocar las llagas de Cristo y descubrir que, detrás de sus heridas, encontramos el dolor y sufrimiento de nuestros hermanos abriéndonos al misterio de Cristo crucificado y resucitado donde resplandece la gloria de Dios.

Dios no deja jamás de estar a nuestro lado cumpliendo su promesa: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin de los tiempos” (Mt 28, 20). Estos “tiempos recios”, donde se necesitan amigos fuertes de Dios, invitan a recuperar el sentido de nuestra vida sabiéndonos frágiles y necesitados de salvación. Una necesidad que se hace concreta en la vida de cada día, en la projimidad, en la cercanía, en la fraternidad y en la esperanza cristiana que brotan de la Eucaristía.

En estos tiempos singulares en los que se están tomando iniciativas excepcionales para evitar y detener el contagio de un virus trágicamente mortal, todos percibimos cómo se hacen esfuerzos en muchos lugares de nuestra sociedad para proteger a las personas, a las familias, incluso a las diversas realidades laborales, de los trágicos zarandeos que han herido especialmente a los vulnerables y más empobrecidos, abriendo, así, caminos a la esperanza. En todas esas acciones vamos aprendiendo a hacernos prójimos, hermanos y hermanas. Como discípulos queremos aprender de forma nueva que es a Cristo a quien se lo estamos haciendo, y Él siempre nos responde con su acogida e infinita misericordia.

ENTREGA
Estar cerca de los pobres, los más vulnerables, los niños, los enfermos, los discapacitados, los ancianos, los tristes y solos, los agobiados por la pesadumbre de la existencia nos cansa, bien por lo abrumador y desbordante de tantas situaciones, bien por la fragilidad que nos descubren en cada uno, bien porque nos enfrentan a nuestra debilidad. A este respecto encontramos aliento en las palabras de san Manuel González: “En la Eucaristía, está el Corazón incansablemente misericordioso, que a cada quejido de nuestros labios y a cada lágrima de nuestros ojos… responde – ¡estad ciertos! – con un latido de infinita compasión” (Un corazón hecho Eucaristía, n 107).

Creemos en el Dios que se hace carne y se presenta como compañero de viaje. Él atraviesa la vida de cada pueblo, ciudad, hospital, escuela o centro de trabajo.

La Eucaristía nos ofrece el don de poder amasar de forma inseparable la caridad y la vida de los pobres. ¿Cómo vivir la Eucaristía sin estar cerca de aquellos más hambrientos, de aquellos con quienes Cristo se identifica al tener hambre, sed, estar desnudo, enfermo o en la cárcel? (Mt 25, 31-46). En esta unión descubrimos la esencia de la dignidad humana que cobra sentido al enraizarse en el mismo Jesucristo.

Él, por medio del amor hecho servicio hasta el extremo, ofreciendo su vida, ha llevado a plenitud el valor de la dignidad humana haciéndonos hermanos y adentrándonos en el misterio de la donación. Esta caridad, corazón de nuestra fe y de la propia solemnidad del Corpus Christi, nos lleva a poner en las manos del Dios, que nos ha amado tanto que nos ha entregado a su propio Hijo, todo lo que somos y lo que tenemos, especialmente nuestras pobrezas y fragilidades y nos mueve al amor fraterno, pues “cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte también en ciegos ante Dios” (Deus caritas est 16).

Ante el Cuerpo de Cristo tomamos conciencia de que es tiempo de potenciar la capilaridad en los pueblos, barrios y ciudades para cuidar y acompañar tanto sufrimiento. Así nos exhorta el papa Francisco: El servicio es, “en gran parte, cuidar la fragilidad. Servir significa cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo […] El servicio siempre mira el rostro del hermano, toca su carne, siente su projimidad y hasta en algunos casos la 'padece' y busca la promoción del hermano” (Fratelli tutti 115).

FRATERNIDAD
La pandemia está dejando tras de sí muchas vidas rotas y profundas heridas que, sin embargo, están siendo cicatrizadas gracias al fomento de los lazos de colaboración, ayuda mutua y redes comunitarias que brotan de la fraternidad en una comunidad que sostiene. “He ahí un hermoso secreto para soñar y hacer de nuestra vida una hermosa aventura. Nadie puede pelear la vida aisladamente […] Se necesita una comunidad que lo sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es soñar juntos!” (Fratelli tutti 8).

De estas palabras del Papa son testigos, durante las veinticuatro horas del día, los discípulos misioneros de Jesucristo en Cáritas, las personas que hacen posible el servicio de la caridad en las parroquias o en otras instituciones caritativas de la Iglesia.

Los obispos reconocemos y agradecemos este servicio generoso, al tiempo que animamos a que sean muchos más los cristianos que se comprometan con los más pobres y excluidos de nuestra sociedad. Cáritas, con sus trabajadores y equipos de voluntarios, hace cada mañana que las fronteras y los muros se concreten en la dimensión universal de la caridad: “Al amor no le importa si el hermano herido es de aquí o es de allá. Porque es el amor que rompe las cadenas que nos aíslan y separan, tendiendo puentes; amor que nos permite construir una gran familia donde todos podamos sentirnos en casa […] Amor que sabe de compasión y de dignidad” (Fratelli tutti 62).

Al adorar al Señor en el Pan Eucarístico, nos adentramos en el dinamismo del gozo, la alegría y la esperanza que necesita nuestro mundo.

Creemos en el Dios que se hace carne y se presenta como compañero de viaje. Él atraviesa la vida de cada pueblo, ciudad, hospital, escuela o centro de trabajo. Y lo hace por medio de sus discípulos, de los pobres y víctimas de esta crisis. Aunque este año no salgamos por las calles acompañando al Señor sacramentado en procesión, proclamemos nuestra fe y hagamos de nuestras parroquias, comunidades, oratorios y de nosotros mismos, custodias del Cristo que comulgamos como expresión de nuestro amor agradecido y fuente de bendición para muchos.

ADORACIÓN
En el contexto de esta pandemia, el día del Corpus Christi, día de la Caridad, el Señor, con su Cuerpo entregado y su Sangre derramada, nos urge a la esperanza, que  “nos habla de una sed, de una aspiración, de un anhelo de plenitud, de vida lograda, de un querer tocar lo grande, lo que llena el corazón y eleva el espíritu hacia cosas grandes, como la verdad, la  bondad y la belleza, la justicia y el amor…la esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna. Caminemos en esperanza” (Fratelli tutti 55).

Hoy, al adorar al Señor en el Pan Eucarístico, nos adentramos en el dinamismo del gozo, la alegría y la esperanza que necesita nuestro mundo. Una esperanza que brota de la presencia de Cristo en el mundo y entre nosotros, de sus salidas a los caminos de este mundo sufriente por los estragos del coronavirus para convocar a todos a la alianza del Espíritu.

Santa Teresa de Calcuta, con su vida entregada a los más pobres y su amor a la adoración del Santísimo, donde encontraba la fuerza para la caridad, nos enseña algo que ella experimentaba y alentaba su esperanza: “El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz”. En las palabras de la Santa tenemos de modo palpable, una concreción de lo dicho por el Señor: “Conmigo lo hicisteis”.

Hoy al adorar el cuerpo sacramental, nacido de la Virgen María, se aviva el dinamismo de nuestra fe, amor y esperanza; nos adentramos en la verdad y la novedad del testimonio apostólico que encuentra ánimo en las palabras del apóstol San Pablo: “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos suyos muy queridos. Y haced del amor la norma de vuestra vida, a imitación de Cristo que nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros como ofrenda y sacrificio de suave olor a Dios” (Ef. 5, 1-5).

Nos ponemos en las manos de la Sagrada Familia de Nazaret, Jesús, María y José, en ese hogar donde se fraguaba cada día la caridad, con pensamientos, palabras y obras y pedimos al Señor que nos encuentre dignos de su presencia por haber hecho con nuestro prójimo ejercicio creíble de la caridad.

 Subcomisión Episcopal de Acción Caritativa y Social

Día de la Caridad 2021

Seamos más pueblo

Carta Pastoral de Mons. Francisco Jesús Orozco, obispo de Guadix,
para el Corpus Christi y Día de Caridad.

Seamos más pueblo. Con este lema, Cáritas Diocesana de Guadix nos invita a vivir en este 2021 el Día de la caridad. Es uno de los momentos más importantes del año, en la solemnidad del Corpus Christi, la fiesta del amor fraterno que aprendemos en el Amor sin medida de Jesucristo, que se ha hecho hombre, ha muerto, resucitado y se queda realmente presente con nosotros en los dones eucarísticos.

La Solemnidad del Corpus Christi nos vuelve a recordar, cada año, que la autenticidad de nuestras celebraciones Eucarísticas, sobre las que se construye toda comunidad cristiana, se expresa en nuestro compromiso con los demás, especialmente con los preferidos del Señor, los más pobres, en la caridad, el trabajo por la justicia y la defensa de la dignidad de toda persona. En estas circunstancias de pandemia que tanto se alargan y que son especialmente agresivas con los más pobres y desfavorecidos, más que nunca, nuestras parroquias y comunidades cristianas tienen que ofrecer su testimonio eucarístico en la cercanía, acogida, acompañamiento y ayuda a las personas que más sufren, muy cerca de nosotros.

Seamos fieles transmisores desde la Eucaristía, del consuelo, del aliento, la denuncia y la esperanza a nuestro mundo.

La Iglesia, Pueblo de Dios, tiene como sello de identidad ser católica, es decir, universal. Celebrar la Eucaristía es acoger la llamada a dilatar la mirada pequeña de los propios intereses y a experimentarnos ciudadanos del mundo, parte de esos 7.000 millones de seres humanos que están llamados a vivir preocupados unos de otros como miembros de un mismo pueblo, en la llamada aldea global. Nada de lo que ocurre a nuestros hermanos en cualquier parte del mundo es ajeno a un corazón que, como nos dice el Papa Francisco, ha de vivir constantemente en la cultura del cuidado, donde existe “un compromiso común, solidario y participativo para proteger y promover la dignidad y el bien de todos, con una disposición al cuidado, a la atención, a la compasión, a la reconciliación y a la recuperación, al respeto y a la aceptación mutua, es un camino privilegiado para construir la paz”.

Así lo hace la Iglesia, que es Cáritas y que en cada parroquia, coordinados por Cáritas diocesana, es un canal de verdadero amor que nace en la Eucaristía para llegar a los más necesitados. En nuestra Diócesis de Guadix han sido 3.600 las personas que procedentes de 1.108 familias han sido atendidas en sus necesidades más básicas. Debido al desempleo, consecuencia desgarradora de la Covid-19, se ha experimentado un incremento del 40 por ciento en los atendidos, muchos de los cuales han acudido por primera vez a Cáritas. Nos sentimos orgullosos de nuestros técnicos, voluntarios y bienhechores que también han sabido acompañar a los más mayores y vulnerables, atendiéndolos en sus domicilios. Y en materia de empleo, a pesar del miedo a salir y a los confinamientos, se han podido formar casi 200 personas desempleadas, a las que se acompaña para su inserción socio-laboral.

“Somos lo que comemos”, pues seamos Cristo en medio del mundo con un estilo de vida cercano y una mirada nueva que hace de nuestro tiempo una oportunidad para la dignidad de los que sufren.

Felicito a la familia de Cáritas diocesana, parroquiales e interparroquiales, con el delegado episcopal a la cabeza, a todos los que desde las parroquias hacen que “seamos más pueblo” y desde la Iglesia allanemos caminos para sostenernos y cuidarnos mutuamente. Como dice aquel slogan, “somos lo que comemos”, pues seamos Cristo en medio del mundo, no pasando de largo, con un estilo de vida cercano y una mirada nueva que hace de nuestro tiempo una oportunidad para la dignidad de los que sufren. Seamos fieles transmisores desde la Eucaristía, del consuelo, del aliento, la denuncia y la esperanza a nuestro mundo.

Os invito a hacernos partícipes en esta tarea. Y como “obras son amores y no buenas razones”, seamos muy generosos en la colecta que en el Día del Corpus irá destinada íntegramente a Cáritas, para seguir siendo vacuna y antídoto que alivie la enfermedad de la pobreza y que hoy, más que nunca, golpea nuestras cómodas conciencias egoístas.

En este año jubilar de San José seamos custodios, como el Santo Patriarca, de los más débiles y vulnerables de nuestro mundo. En el año diocesano del Corazón de Jesús, pido para todos nosotros el don de un corazón dilatado en la verdadera caridad.

Con mi afecto y bendición

+Francisco Jesús Orozco Mengíbar
Obispo de Guadix