23 de mayo de 2021
Nº 1380• AÑO XXIX
INICIO - Signo y Gracia
Teología de los sacramentos
Las formas comunitarias de la salvación divina de la persona
La salvación ofrecida por Dios a la persona ha adquirido formas históricas visibles de carácter social y comunitario.
“Pleroma”, “Cuerpo”, “Esposa” son personificaciones individuales de una comunidad. Siguiendo la Revelación, la salvación ofrecida por Dios a la persona ha adquirido formas históricas visibles de carácter social y comunitario. Y esto no sólo en el sentido de que la comunidad sea el resultado de la agrupación de los que se sienten salvados individual y singularmente, sino, además, en el sentido de que la comunidad es la expresión que Dios ha querido dar a la salvación humana en este mundo, previa a la decisión individual de aceptar esa salvación que la persona encuentra ofrecida en el seno de una comunidad.
Esta comunidad es previa a cada uno de los creyentes. El individuo se convierte en creyente en sentido pleno, no en la decisión interna, individual y aislada, sino en su agregación a la comunidad de la fe, a través de la cual da a su fe individual la expresión fijada ya por la historia de la salvación. Una comunidad, no un individuo, es el depositario primero de las promesas de Dios y de sus dones salvíficos. Para que el individuo se haga beneficiario de esos dones deberá incorporarse a esa comunidad de salvación y mantener sus vínculos de comunión con ella. Aun en el Nuevo Testamento, en cuyo régimen es sólo Cristo el único poseedor y distribuidor de la salvación, nadie se incorpora a la Cabeza sin incorporarse a su Cuerpo, la Iglesia, como miembro vivo.
El aspecto comunitario del sacramento de salvación, que es la Iglesia, está demostrado en la Revelación.
La Iglesia ha tomado de su prehistoria israelítica el atributo de “pueblo”. El objeto de las promesas hechas a Abraham por Dios es un “pueblo”, una numerosa descendencia (Gen 17,4-6). La alianza sinaítica queda sellada entre Dios y el pueblo, que se convierte en “hijo de Dios” (cf. Ex 19,6-8; 24,3-8).
El Nuevo Testamento aplica a la Iglesia los conceptos sociológicos de “edificación”, “casa” y “templo” según las cartas de Pedro y Pablo; el de “ciudad” y “Jerusalén celestial” tomadas de Pablo y Juan; los de “rebaño” y “vid”, “cepa y sarmientos” en Juan.
LA PALABRA Y LOS SACRAMENTOS
Son los signos que enraízan directamente a la Iglesia en el misterio de Jesús. La configuran con Él y simbolizan su vocación en el mundo. Su sacramentalidad es diferente en atención a su respectiva significancia cristológica y eclesial. Pero ambos convocan, fundan y edifican la realidad visible de la comunidad cristiana. Y la hacen presente en todas las situaciones del vivir expresadas en el valor simbólico del septenario sacramental, a través del que la propia Iglesia revela y objetiva los rasgos esenciales de su misma constitución interior: su índole creyente, su naturaleza profética, su carácter cultual, su condición reconciliadora, etc. Por eso son sus verdaderas “autorrealizaciones” en el mundo y los índices que con toda propiedad la manifiestan como una realidad comunitaria y sacramental.
Ignacio Fernández González
Sacerdote Diocesano