16 de mayo de 2021
1379 • AÑO XXIX

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Para personas con discapacidad

El Hogar San Juan de Dios, una gran familia con capacidades diferentes

La labor del centro es poner a disposición de las personas usuarias los mecanismos necesarios para potenciar sus capacidades dentro de una gran familia, fomentando su autonomía, dándoles voz y un lugar en la sociedad.

El Hogar San Juan de Dios de Granada, centro de personas adultas con discapacidad, tiene como objetivo principal poner en valor cada una de las vidas a las que asiste, poniendo en el centro de su actividad diaria al usuario y sus seres queridos para formar con ellos un vínculo familiar que favorezca su bienestar.

Desde el pasado mes de enero, este objetivo se ha hecho aún más patente al incorporar el centro una residencia para personas con alto grado de afectación (RGA) ofreciendo un servicio completo con alojamiento, cuidado y manutención de forma supervisada, con carácter temporal o permanente, así como el apoyo personal y social, a personas adultas con discapacidad y alto grado de afectación. “Para nosotros, tanto los usuarios como las familias son lo más importante. Se trata de un centro pequeño donde el trato es lo más individualizado posible, con la premisa de una atención directa, continua y cálida”, explica el responsable del Centro de Día Ocupacional del Hogar San Juan de Dios, Efrén García. “Las familias dejan en nuestras manos lo más preciado que tienen, sus hijos, y esa máxima la tenemos muy presente a la hora de llevar a cabo nuestra labor para con nuestros chicos”.

Una residencia que se define como un espacio de alojamiento y actividad en el que destaca el compromiso de todos los profesionales para que los usuarios se desarrollen mediante la puesta en marcha de programas individualizados que potencian sus capacidades, necesidades e inquietudes en base a sus características individuales, y siempre bajo el prisma del respeto a su individualidad, dignidad humana y valores éticos. “Para nosotros es muy importante potenciar las capacidades de nuestros usuarios, para que sean los protagonistas de sus propias vidas y darles así la oportunidad de ser escuchados y atendidos”, comenta Efrén García. “Nuestra labor es ofrecer a las personas usuarias los mecanismos necesarios para para ponerlos en valor, para darles voz y un lugar en la sociedad, y para ello es fundamental que se sientan en familia”.

La Orden de San Juan de Dios en Granada posee centros dedicados a la atención a las personas con discapacidad, así como a sus familiares, desde la Atención Temprana hasta la vida adulta. “Esta Residencia para personas adultas con discapacidad y alto grado de afectación se les ofrece continuidad y respuesta a esas familias, que dejan en nuestras manos a sus hijos desde edades muy tempranas hasta su vida adulta”, afirma García. “Para las familias, encontrar nuestros recursos asistenciales y socio-pedagógicos para sus seres queridos, supone tranquilidad y confianza, porque saben que recibirán una atención directa e individualizada durante las 24 horas”.

LA HISTORIA DE JOSÉ ANTONIO
En los centros de San Juan de Dios cada historia es única y especial. La historia de José Antonio y su familia es una de ellas, ya que desde hace 25 años acuden a centros de la Orden en Granada.

José Antonio nacía sano hace 29 años, pero a los seis meses comenzó a sufrir crisis de epilepsia que fueron provocando un retraso madurativo severo, lo que ha desembocado en un 90% de discapacidad con el paso de los años. “El nacimiento de un hijo se vive como algo mágico, pero de repente la vida nos dio un giro de 180 grados y nos vimos en un mundo que desconocíamos y que nos enfrentaba a una realidad familiar y vital de una complejidad que jamás habíamos imaginado”, explica la madre de José Antonio, Mercedes. “La impotencia por no saber cómo va a ser el futuro de tu hijo es indescriptible y hay que vivirlo para poder entenderlo”.

Desde que iniciara su camino educativo en el Colegio de Educación Especial San Rafael, la evolución de José ha ido en aumento, y la confianza de su familia, también, a pesar de que cada crisis era una “fuerte descarga eléctrica” en su cerebro y veían cómo iba afectándole. “No nos quedaban esperanzas de que aprendiera tan siquiera a comunicarse con nosotros, pero fue posible gracias al trabajo de los profesionales de San Juan de Dios”, cuenta el padre, Antonio. “De repente, valoras la vida de otra forma. La labor que hacen y ese calor humano hacen que te sientas arropado y comprendido, y eso provocaba que, cuando más lo necesitábamos, nos sintiéramos en familia de verdad”.

Ahora, José Antonio vive en la Residencia para personas con alto grado de afectación del Hogar San Juan de Dios. “Es su segunda casa. Allí vive con sus amigos del centro y estamos convencidos que, a veces, es casi más feliz que en nuestra propia casa, porque ya ambos tenemos una edad y él necesitaba salir, estar más activo y nosotros ya no podíamos atenderlo como él necesitaría o como a él le haría feliz”, afirma Mercedes. “Ahora vive en otro hogar con un nivel de socialización que le hace feliz y que ha favorecido mucho su nivel de independencia. Vemos que cada día está ganando en responsabilidad y autonomía”.

Este tipo de centros son un recurso muy importante para las familias: “El día a día de José Antonio está lleno de calidez, cariño y cercanía. Su bienestar es el nuestro”, concluyen.