9 de mayo de 2021
Nº 1378 • AÑO XXIX
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“Señor, la vida eterna empieza en cuanto Te conocemos a Ti”
El cristianismo no son sólo las enseñanzas. La palabra de Jesús es central, pero esa palabra no tendría apenas valor si no pudiéramos anunciar lo que llamamos el “kerigma”, que es el anuncio de que Cristo ha resucitado. Y Su Resurrección ha significado la victoria de Dios, para todos los hombres, sobre el mal y sobre ese signo de la presencia del mal que es la muerte y que tiene a los hombres sometidos durante toda la vida a la esclavitud, a la esclavitud del miedo a la muerte.
Dios mío, damos gracias al Señor porque hemos sido, sin ningún mérito de nuestra parte, por parte de ninguno, dignos de conocer este hecho que cambia la historia humana, la nuestra y la del mundo entero. La nuestra. Y puede cambiar la de todas las naciones sin tener que destruir lo que hay de bueno y de bello en ninguna cultura. Ni siquiera en ninguna tradición religiosa, porque lo que hay de bueno y de bello en ellas de la búsqueda del hombre de Dios puede ser siempre mantenido. Y sólo la luz del Acontecimiento inaudito, y casi inefable, que es la Resurrección del Señor, llena de luz todas esas realidades y todas esas categorías, las potencia y las eleva a una altura que el hombre no podría conseguir por sí mismo.
Que nosotros hayamos sido dignos de escuchar ese mensaje (de ese anuncio, más que mensaje) y de poder vivir según Él es una gracia enorme. Es la gracia de la que hablaba la primera línea del catecismo: “¿Eres cristiano? Sí, soy cristiano por la Gracia de Dios”. Es un privilegio el ser cristiano, un regalo fantástico, un don que nadie hemos merecido. “Mis ovejas -dice Jesús en el Evangelio- escuchan mi voz y yo las conozco. Y ellas me siguen y Yo les doy la vida eterna”.
Señor, nosotros que Te hemos conocido y Tú que nos conoces, haz que escuchemos Tu voz. Y haznos gustar ya la vida eterna, porque la vida eterna no empieza después de la muerte; empieza en cuanto Te conocemos a Ti. Y también eso lo dijiste Tú: “Esta es la vida eterna: que Te conozcan a Ti, Padre, único Dios verdadero, y a quien Tú has enviado, Jesucristo”.
Señor, que Te conozcamos, para que podamos ya “pregustar” aquí de la vida eterna. Y ese “pregusto” nos sostenga en las dificultades y en las fatigas, a veces, tan grandes de esta vida.
+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada
27 de abril de 2021
Iglesia parroquial Sagrario-Catedral