18 de abril de 2021
Nº 1375 • AÑO XXIX
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G. K. Chesterton y el mito de la raza aria
¡Cuidado con la esvástica!
El diario Avvenire, de la Conferencia Episcopal Italiana, publicó en 2009 un texto de una conferencia que pronunció Chesterton en Florencia, en 1935, con Italia gobernada entonces por el fascismo. El escritor inglés contrapone el cristianismo a ese nuevo paganismo inspirado en los mitos nórdicos, que se imponía en aquellos brutales años en Alemania, reivindicando la romanidad de Inglaterra.
Alemania mostró en el siglo XIX, y está mostrando de nuevo en el XX, visiones y versiones más grandes y más salvajes de su concepto de los godos como dioses. Aquí, el tema no es político; de hecho, los gobernantes políticos de Alemania, independientemente de lo que podamos pensar de ellos, han renegado de algunas formas más salvajes de este renacimiento pagano. Pero el punto verdaderamente significativo es que, cualquiera que sean los méritos del renacimiento germánico en Alemania, no ha habido un renacimiento germánico en Inglaterra. Inglaterra sufre las dificultades y algunos de los elementos de decadencia de todos los Estados modernos, pero no existe el más mínimo signo de que el antiguo superhombre nórdico se agite sobre su tumba. En la Historia, después de todo, los victorianos permanecerán solos con sus vikingos. Es muy probable que la cultura inglesa no vuelva a sufrir otra invasión bárbara. Si se ha sacudido tan rápidamente la fantasía bárbara es porque ésta no era una imaginación de los genuinos bárbaros, sino una superstición de una minoría esnobista. El hombre del norte no volverá a cruzar jamás el mar del Norte. Todos nosotros sabemos que, con buen o mal fin, ha tenido su resurrección en Alemania; pero me parece un hecho igualmente importante, aunque mucho más olvidado, que no haya habido ni señal de su retorno en Inglaterra. Inglaterra respetará siempre, como Europa, lo mejor que hay en el arte alemán, en la música y en el drama, e incluso en la filosofía alemana. Pero esta particular especie de infección neopagana no cruzará nunca más el mar del Norte para llegar a infectar las Islas Británicas.
No olvidaremos jamás lo que fue fundado por el César y refundado por San Agustín.
Todos sabemos que, en la misma Alemania, la vieja teoría está de nuevo de moda, y de un modo desquiciado: la palabra aria ha sido de nuevo recuperada entre las teorías rechazadas a comienzos del siglo XIX, y la esvástica ha sido recuperada por los templos chinos y las chozas de los indios piel roja, por ser el único símbolo de la raza aria. Yo no soy quién para juzgar todo esto pero me parece un motivo de cierta importancia para Europa, para la paz y para los problemas internacionales que ahora nos apremian a todos nosotros, que Inglaterra no muestre ni la más mínima señal de sentirse atraída de nuevo por la bárbara fantasía de los teutones. El mejor, el más consciente, el más respetable tipo inglés no estará jamás persuadido de que su más noble honor es estar emparentado con los piratas daneses. Más bien, se levantará, con sus diez siglos de civilización, para repetir aquellas palabras que Shakespeare puso en boca de uno de sus más nobles personajes: “En mí, hay más del antiguo romano que del danés”.
Shakespeare, nuestro dramaturgo internacional, refleja el tipo más común de un inglés normal, ya que su cultura fue íntegramente griega y latina, a pesar de que apenas conocía el latín ni el griego. Pero pertenece a una época y heredó una historia en la que no se había considerado concebible nunca que Inglaterra estuviera verdaderamente separada de Europa. Nadie sufrió más que Shakespeare el ser reducido a retazos en los párrafos de sus citas. Normalmente, nada hay menos shakesperiano que una cita de Shakespeare. De igual modo, se ha creado la impresión extraordinaria de que Shakespeare era completamente un isleño sólo porque se puede citar un verso cortado a la mitad de un largo párrafo en el que él se complace, de manera poética y espontánea, de que Inglaterra es una isla. Todos conocéis los primeros versos de este fragmento: “Esta gema preciosa incrustada en un mar de oro que le sirve de muralla”. Shakespeare continúa alabando esta fortaleza; pero ¿por qué lo hace? ¿En qué guerra aparece esta fortaleza como famosa y triunfante? Dice que es un lugar de principios: “Célebre por sus gestas en tierras lejanas, como es el Santo Sepulcro, propiedad de los tenaces hebreos, el Sepulcro del Redentor del mundo, el hijo de María Bendita”. ¿Por qué Shakespeare pensó que los ingleses eran gloriosos? Porque habían ido a las Cruzadas, porque habían cabalgado con el italiano Tancredo y con el francés Godofredo para defender la civilización común cristiana, como, mucho más tarde, en una hora desgraciadamente profunda y miedosa, las legiones británicas se unieron de nuevo a las legiones de Italia y de la Galia.
Hemos ocupado nuestro sitio en el campo de la civilización, y no olvidaremos jamás, ni siquiera por una hora, lo que fue fundado por el César y refundado por San Agustín.
Gilbert Keith Chesterton