11 de abril de 2021
1374 • AÑO XXIX

INICIO - Signo y Gracia

Teología de los sacramentos

Cristo, “protosacramento” de Dios

Jesús es el Sacramento original; porque este hombre, Hijo de Dios, es destinado por el Padre a ser en su humanidad el único acceso a la realidad de salvación. El encuentro humano con Jesús es el Sacramento del encuentro con Dios.  Dios se ha puesto en contacto con la persona a través de la encarnación de su Hijo. Él es el Sacramento, unión de Palabra de Dios (elemento invisible) y carne humana (elemento visible).

La persona es interlocutora de la palabra de Dios en la historia. Esta posibilidad es real desde que Dios se ha puesto en contacto con la persona. Contacto que es posible con la mediación de unos signos históricos, es decir, con la corporalidad y con la historicidad o, lo que es lo mismo, con el hecho sensible. Cuando Dios ha querido tocar la cima de ese diálogo con la persona ha encarnado su Palabra (cf. Jn 1,14). He aquí el Sacramento que es Jesucristo, unión de Palabra de Dios y carne humana.

LA PALABRA DE DIOS Y CARNE HU­MANA
La Palabra de Dios es el elemento invisible, la gracia inasequible. La carne humana es el elemento sensible e histórico. Sensible porque la palabra se reviste de corporeidad. Histórico porque esta aparición corporal de la Palabra de Dios tuvo lugar en un tiempo y lugar concreto (cf. Lc 3,1-3)

La definición de Calcedonia, según la cual Cristo es “una persona divina en dos naturalezas”, supone que una sola persona, el Hijo de Dios, quiso manifestarse también en forma humana.

Sacramento significa don divino de salvación en y por una forma exteriormente perceptible, constatable, que concretiza ese don: un don salvífico en visibilidad histórica. La manifestación humana de la Palabra de Dios y de su fuerza de salvación (en la persona de Jesús) exige un aspecto de visibilidad concreta: en otros términos, la sacramentalidad. El hombre Jesús, en cuanto manifestación terrestre personal de la gracia de redención divina, es el Sacramento por excelencia: el Sacramento original; porque este hombre, Hijo de Dios, es destinado por el Padre a ser en su humanidad el acceso único a la realidad de salvación. El encuentro humano con Jesús es pues el Sacramento del encuentro con Dios.

El misterio de la encarnación es un misterio de sacramentalidad, y sacramento es un misterio de nupcias o de unión fecunda entre lo invisible y sobrenatural con lo sensible y natural. Misterio sacramental que, cristalizando en acontecimiento histórico es capaz de interpelar a la persona, que si responde a Él abrién­dose a esa transcendencia, se encontrará con la presencia salvífica de Dios.

NECESIDAD DE UNA PROLONGACIÓN TERRESTRE DEL SACRAMENTO DE CRISTO
De acuerdo con el adagio teológico de que el Verbo de Dios “lo que una vez asumió nunca lo abandonó, Cristo por su resurrección no ha dejado el cuerpo que tomó en su encarnación. La humanidad glorificada de Cristo ya no puede ser, para la persona histórica, sacra­mento o signo sensible de nuestra comunicación con Dios porque vive en otro régimen vital distinto del nuestro.

Ignacio Fernández González
Sacerdote Diocesano