28 de marzo de 2021
1372 • AÑO XXIX

INICIO - Signo y Gracia

Teología de los sacramentos

Fundamentación cristológica de los sacramentos

La fuente del conocimiento de Dios es Jesús. Y por eso dijo: “el Hijo no puede hacer nada por sí mismo, si no lo viere hacer al Padre” (Jn 5,19); tampoco puede decir nada por su cuenta, su doctrina no es suya, sino de aquél que lo envió (cf. Jn 7,16)

 LA ENSEÑANZA DE LA SAGRADA ESCRITURA
La persona no se ha resignado nunca a renunciar a ver a Dios. Este profundo anhelo humano está expresado en la plegaria de Felipe a Jesús: “Señor, muéstranos al Padre, y nos basta” (Jn 14,8).

Felipe en el Cenáculo recoge y continúa una tradición bíblica y humana en la que la persona se ha empeñado en “ver” a Dios y ha suspirado por su manifestación. Aunque haya reconocido que la persona no puede ver a Dios y seguir viviendo (Gn 33,20).

Por eso sorprende que Jesús, en respuesta a la pregunta de Felipe, diga: “Felipe, quien me ve a mí ve a mi Padre” (Jn 14,9). Y sin embargo, esta idea de que la naturaleza humana de Jesús es el signo predilecto de la revelación de Dios es una constante en el Evangelio a recordar: “A Dios nadie le ha visto jamás; el Hijo único que está en el seno del Padre, él nos lo ha dado a conocer” (Jn 1,18).

La imposibilidad de “ver” a Dios es un presupuesto del que tiene que partir todo hablar humano sobre Dios. “Ver” aquí significa que la toma de conciencia de nuestro contacto o encuentro con Dios no puede realizarse nunca en esta vida intramundana de manera inmediata y directa. La persona sólo conoce su propio encuentro con Dios y se da cuenta de Él en este mundo de manera mediata, es decir, a través de la mediación de otras criaturas que son los signos de su presencia. Por eso necesitamos sacramentos de Dios. Jesús afirma repetidas veces esta imposibilidad de ver a Dios: “Nunca habéis oído su voz ni habéis visto su rostro” (Jn 5,37). “No es que alguno haya visto al Padre, sólo el que viene de Dios ha visto al Padre” (Jn 6,46). Esta incapacidad de ver a Dios se hace extensiva a todo “conocimiento” en Mt 11,27: “Nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquél a quien el Hijo quisiera revelárselo”.

De esta regla general queda excluido Jesucristo Él es el único que conoce a Dios (Mt 11,27). Y por eso, “el Hijo no puede hacer nada por sí mismo, si no lo ve hacer al Padre” (Jn 5,19); tampoco puede decir nada por su cuenta, su doctrina no es suya, sino de Aquél que lo envió (Jn 7,16). En consecuencia, quien co­nozca a Jesús también conocerá al Padre (Jn 8,9).

La persona no puede ver ni conocer a Dios; y “conocer” a Dios es cuestión de vida o muerte eterna. “En esto está la vida eterna: que te conozcan a Ti, el sólo Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo” (Jn 17,3). Jesucristo, por tanto, es la solución de este conflicto. Jesucristo es para la persona la única “imagen” valedera de Dios, el único sacramento de nuestro encuentro con Dios.

Toda teología tendrá que ser una cristología. Todo camino de la persona hacia Dios tendrá que hacer escala en Jesucristo.

Ignacio Fernández González
Sacerdote Diocesano