8 de diciembre de 2019
1308 • AÑO XXVIII

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Sacramentos de vida cristiana

La Confesión de los pecados en el Antiguo Testamento

Con ocasión de graves calamidades naturales, el pueblo hacía la confesión colectiva de sus idolatrías y de las demás transgresiones, con las palabras “hemos pecado”, seguidas ordinariamente de la especificación de las culpas.

En el Antiguo Testamento se citan algunos ejemplos célebres de confesiones: Akán confiesa a Josué haberse apropiado de algunos objetos hallados después de la toma de Jericó (Jos 7,19-21) a pesar de la prohibición del jefe Josué. Saúl confiesa un pecado análogo ante el profeta Samuel: “He pecado porque he transgredido el mandato de Yahvé y sus órdenes... Pero ahora te ruego perdones mi pecado y vuélvete conmigo para que adore a Yahvé” (I Sm 15,24-25). David, reo de adulterio y de homicidio, confiesa su pecado al profeta Natán y éste le anuncia inmediata­mente el perdón de Yahvé (2 Sm 12,13). En Job leemos: “Encubrí como un hombre mis transgresiones, ocultando en mi seno mi falta porque temiera el rumor público o el desprecio de las gentes me asustara” (Jb 31,33-34). Este pasaje alude posiblemente a una práctica de confesión pública usada entre los penitentes más fervorosos.

Pero es sobre todo en los Salmos donde estas confesiones se formulan con mayor sinceridad religiosa y con mayores sentimientos. Los salmos de contenido penitencial son en unos casos lamentaciones y súplicas de carácter público, que se hacen en el santuario con ocasión de calamidades colectivas o en situaciones de guerra, peste, hambre, sequía o destierro. Otros salmos son súplicas de carácter individual, pero en todos ellos predomina el deseo de recibir el perdón de Dios, de alcanzar la misericordia divina en situaciones de injusticia, peste, hambre, sequío o destierro. Son frecuentes las alusiones a los malos o impíos, a quienes se pone en contraste con los justos y oprimidos que acuden humildemente al Señor. Se destacan entre los salmos de contenido penitencial los siete siguientes: 6, 32, 38, 51, 102, 130, 143 (o bien, 6, 31, 37, 50, 101, 129 y 142).

Entre los judíos era frecuente la confesión genérica, que se hacía recitando salmos de penitencia (cfr. Sal 39,12-14; 37; 50; 68). A veces, con ocasión de graves calamidades naturales, el pueblo hacía la confesión colectiva de sus idolatrías y de las demás transgresiones, con las palabras “hemos pecado”, seguidas ordinariamente de la especificación de las culpas. Por ejemplo: “hemos pecado contra ti; ciertamente hemos abandonado a Yahveh, nuestro Dios, y hemos servido a los Baales” (Jc 10,10).