3 de octubre de 2021
1390 • AÑO XXVIII

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Iglesia

Soledad que funda comunidad

La comunidad eclesial es producto verdaderamente de la soledad de Cristo: de su soledad en la cruz, de su soledad como Hombre-Dios, único e incomparable, soledad que es, a su vez epifanía, de su soledad trinitaria, la cual llega a su cumbre en la unicidad inmemorial del Padre en la generación del Hijo.

El origen activo de toda la comunidad cristiano-eclesial se encuentra en la soledad cristológica. Para ser no solamente Iglesia engendrada, sino también co-engendradora y re-engendradora, el cristiano tiene que ser Iglesia en el origen, Iglesia en la soledad. Soledad que suscita la comunidad, soledad apostólica, que no sale de la Iglesia, pero en la que la Iglesia misma sale al mundo. No es una soledad privada existencialista, pues representa la comunidad más honda con y en Cristo, de igual modo que la soledad de Cristo, incluso en el abandono de la cruz, es comunidad con y en el Padre.

Pero tal soledad originaria puede ser tan abisal que absorba en sí misma la experiencia de la comunidad.... La Iglesia, como efusión pura del Señor; el cristiano, como efusión pura de la Iglesia-Cristo: el cristiano viene de la comunidad con Cristo, viene de la comunidad con la Iglesia, y va, cargando con esta comunidad duo-unitaria, hacia la nueva comunidad que hay que fundar. Pero en este camino, el cristiano está solo. Solo, en última instancia, como el Padre engendrador: el Padre está orientado únicamente al Hijo...

Esta espiritualidad [de una soledad que engendra comunidad]... forma parte, aun cuando sea en una dosis mínima, de la mayoría de edad y de la responsabilidad eclesiales de los confirmados. No se puede ser simplemente –y hoy menos que nunca- Iglesia como producto; hay que ser siempre también Iglesia que engendra. La comunidad eclesial no puede nunca completarse en sí misma; tiene que abrirse al lugar donde se completa –en el Ite Missa est­-, al mundo y a la soledad.

U. von Balthasar
En Sponsa Verbi