5 de septiembre de 2021
1386 • AÑO XXVIII

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Plácido Cortese

Mártir de la caridad hacia los perseguidos políticos

A finales del pasado mes de agosto, el Sumo Pontífice reconoció las virtudes heroicas del Venerable Siervo de Dios Plácido Cortese. Sacerdote de origen croata de la Orden de los Frailes Menores Conventuales. Contribuyó a la creación de una red de rescate de los más perseguidos durante la II Guerra Mundial en la región de Trieste. Fue cruelmente torturado por la Gestapo hasta la muerte, sin que diese ninguna información a sus captores.

Este fraile nació en la localidad de Cherso en el año 1907, con el nombre de Nicolo.

Fue el primogénito del matrimonio formado por Matteo CorteseAntonia Battaia. Era una familia humilde y muy digna. El padre era guardabosques, la madre se ocupaba de la casa, siempre sonriente, amable y buena con todos. Con su familia y, especialmente, con su madre y su hermana Nina, el padre Plácido siempre mantuvo una excelente relación, como lo demuestra la extensa correspondencia que mantuvo con ellos a lo largo de los años.

Fue muy buen estudiante y hay escritos que demuestran su gran devoción desde bien pequeño. Él mismo recuerda el momento en que recibió su primera Comunión en la iglesia de su localidad natal: “Tras la celebración volví a la iglesia y le pedí al Señor por todos mis seres queridos, le hacía propósitos a Jesús de ser más bueno y de acercarme a menudo al banquete eucarístico. Ese día mis amigos siempre estuvieron conmigo. Todos estaban felices, pero especialmente yo por haber comenzado una nueva vida con Jesús en mi corazón”.

El Venerable con su hermana y su prima. 

En Cherso se encontraba por entonces el convento de San Francisco, custodiado por la Orden de los Frailes Menores Conventuales. Trabó amistad con dos de los frailes de la orden y, de manera natural, pidió entrar con trece años en la orden. En octubre de 1920 Nicolás Matteo Cortese partió hacia el Colegio de Frailes Menores Conventual de Camposampiero, un pueblo no lejos de la región italiana de Padua.

Fue ordenado con 23 años, en el 1930. Su primera Misa la celebró en su pueblo natal. El lema de su ordenación, tomado de la Carta a Timoteo, tendrá carácter profético: “Como buen soldado de Jesucristo, sufre junto conmigo”.

Su primer destino fue la Basílica del Santo en Padua, en donde ejerce con celo el ministerio sacerdotal, particularmente apreciado en las confesiones y en la dirección espiritual, especialmente de los jóvenes y a los peregrinos que acudían a este santuario.

Convento de San Antonio en Terme, 1931.

A finales de 1933 fue destinado como párroco a la famosa parroquia de la Inmaculada de San Antonio de Milán. Durante este período conoció al gran arzobispo de Milán, el cardenal D. Alfredo Ildefonso Schuster, que será beatificado en 1996. Luego de un tiempo allí, fue llamado nuevamente a Padua a principios de 1937: Durante casi siete años se dedicó con gran versatilidad y compromiso a la promoción de la revista El Mensajero de San Antonio dedicada al conocimiento y devoción del Santo de Padua, editando muchos de sus escritos y cartas. Trazó un nuevo diseño y logró popularizar al publicación, duplicando el número de lectores.

Allí recordaba frases de la doctrina del santo de Padua. Parafraseando a su santo patrón, solía decir que “el secreto de toda verdadera conquista debe buscarse en la oración y todo éxito no debe atribuirse a nuestra fuerza; no somos nada, es Dios quien obra en nosotros si nos preparamos humildemente para realizar sus admirables designios”.

LÍDER DE UNA RED DE RESCATE

Sede de "El Mensajero de San Antonio".

Durante los años de la Segunda Guerra Mundial, trabajó arduamente para ayudar a los civiles eslovenos y croatas internados en el campo de concentración de Chiesanuova, situado en las afueras de Padua y en otras partes de Italia (1942-1943). El entonces nuncio apostólico en Italia y delegado pontificio de la basílica de San Antonio, Mons. Francesco Borgongini Duca , después de haber visitado el campamento de Chiesanuova, lo anima a continuar en el trabajo emprendido, en el que brilla la caridad del padre Plácido, que ayuda a los internos con comida, ropa y medicinas, pero en particular su presencia solidaria como sacerdote y de los franciscanos.

Tras el derrumbe del fascismo y con la fatídica ocupación alemana del 8 de septiembre de 1943, el padre Plácido dirige su obra benéfica hacia los perseguidos políticos, los judíos y los aliados militares presos. Pronto se convirtió en un referente en el área de Padua a través de la FRAMA , una organización clandestina nacida durante la Resistencia, encabezada por los profesores universitarios Ezio Franceschini (FRA) y Concepts Marchesi (MA). Los riesgos son considerables y, en esas situaciones, el padre Cortese se vale de la colaboración de valientes estudiantes que colaboran en su red de rescate. El confesionario de Cortese se convertirá en un punto de encuentro secreto de esta red, siempre con el objetivo de salvar vidas humanas en peligro. 

Se necesitan documentos, ropa y dinero falsificados para que los perseguidos pudieran exiliarse al territorio suizo. El padre Plácido no duda en utilizar las fotografías dejadas junto a la tumba de San Antonio por los peregrinos, como exvotos. Allí se "empaquetan" los documentos, se distribuye la ropa y el dinero, que también le llegan a Plácido desde el Vaticano. Con ello logra que cientos de personas lleguen a Suiza. 

Conscientes del peligro de su posible detención, sus superiores lo invitan a ser más cauto y también se le da la oportunidad de trasladarse a otro convento. Cortese ruega a los superiores para que lo dejen todo en manos de San Antonio de Padua y que le permitan continuar su servicio a estos “hermanos necesitados”. Además de la red creada entre la Orden y el Vaticano, Cortese está en contacto también con varios amigos eslovenos del grupo de inteligencia, en conexión con los británicos.

CAPTURADO POR LA GESTAPO
El 8 de octubre de 1944, dos individuos se presentan a la guardia de la basílica del Santo de Padua, pidiendo hablar con su padre Plácido Cortese. Informado por el portero del convento, sin sospechar nada, se dirige al claustro y sale hacia la plaza en donde, cerca del Museo Cívico, hay aparcado un coche. Entra allí y el coche parte con destino desconocido.

Con Marija Ujcic, colaboradora de su red de rescate.

Tras una búsqueda ansiosa por dar con el paradero de Cortese, el ministro provincial, Andrea Eccher , se entera de que está en Trieste, preso de la Gestapo. Decide partir hacia la ciudad juliana, recorriendo largos tramos también en bicicleta, para intentar liberarlo o al menos encontrarlo. Su esfuerzo es en vano y Eccher se dirige entonces a las autoridades militares alemanas de Verona, en donde recibe una inesperada noticia: Plácido Cortese había sido enviado a campos de concentración en Alemania pero, debido a un bombardeo de la vía férrea cerca de Bolzano, algunos prisioneros habían huido, mientras que otros se habían ido en un vehículo en paradero desconocido.

La verdad sobre el heroico final del Padre Plácido se conoce el 8 de junio de 1995, a partir de una preciosa carta de la Adele Lapanje Dainese, colaboradora de su red de rescate.  En ella cuenta que el padre Plácido Cortese había muerto a principios del mes de noviembre de 1944, tras haber sido cruelmente torturado, mientras se encontraba en la sede de la Gestapo en Piazza Oberdan de Trieste. La presencia en Trieste del padre Plácido fue confirmada por varios testigos. Su cuerpo, con toda probabilidad, terminó en el crematorio de la infame Risiera di San Sabba, considerado el único campo de concentración ubicado en terreno italiano.

Placa conmemorativa al siervo de Dios.

Después de haberlo torturado brutalmente durante varias semanas con ferocidad inhumana y finalmente reprimido con el "golpe de gracia", la Gestapo hizo desaparecer todo rastro de su persona quemando su cuerpo, sin ni siquiera escribir un certificado de defunción. 

El Vaticano ya declara venerable el testimonio de este fraile de origen croata, que puede ser recordado como un sublime ejemplo de entrega a Dios en el cuidado de los más perseguidos. Un verdadero mártir de la caridad hasta la muerte. Se sabe que no reveló ningún nombre de sus amigos y colaboradores de la red durante las terribles torturas sufridas en los interrogatorios, aceptando la muerte en nombre de Jesucristo para salvar la vida de los suyos.