5 de septiembre de 2021
1386 • AÑO XXVIII

INICIO - Signo y Gracia

Teología de los sacramentos

Origen de la expresión cultural

Frente a esta vivencia de lo sagrado, lo profano se presenta como lo que define la condición normal de la persona y constituye un refugio contra el poder intruso de lo sagrado, de lo que es “otro”.

 La persona religiosa, gracias al dinamismo de sus sentimientos y de su estructura social, “expresa” esa relación con la divinidad en formas típicas: oración, sacrificio...; en una palabra, el culto. Estas expre­siones cultuales están condicionadas por la especificidad de sus sentimientos religiosos.

 Si es el temor ante el poder intruso y caprichoso de lo divino, una de dos: o habrá que esquivar ese poder o habrá que dominarlo. Para esquivarlo, se circunscriben y señalizan zonas naturales donde aparece lo divino: el fuego, el agua, la montaña, el sexo... Así surge lo sagrado como impu­ro o tabú rodeado de prohibiciones que, si se violan, desatan las furias de lo divino. Para domi­narlo, se inventan técnicas precisas, capaces de manipular el poder de lo divino al margen de las actitudes morales de la persona. Surge así la magia y lo sagrado como mágico. El culto sería esas técnicas de evasión o de dominio de lo divino.

Frente a esta vivencia de lo sagrado, lo profano se presenta como lo que define la condición normal de la persona y constituye un refugio contra el poder intruso de lo sagrado, de lo que es “otro”.

La persona religiosa a este nivel vive en una concepción dualista, desgarrada y opuesta de la realidad. 

Si es el temor ante lo divino como la razón última y el sentido absoluto de todo lo que existe, surgen otras formas de culto: expiación, sacrificio, ofrenda..., todas ellas en conexión con el com­promiso ético de la persona y como expresión del mismo. Compromiso que se considera como la primera manifestación de la persona religiosa.

En esta clave lo “profano” se presenta como la morada de la persona, pero gobernada y fundada en último término por el poder de lo divino que se extiende a todo. Aquí ya no se da ese dualis­mo antagónico entre sagrado y profano. Esta persona religiosa vive en una síntesis orgánica lo divino, lo sagrado, y lo profano.

Si es la fascinación el sentimiento que suscita la aparición de lo divino, nace otra forma de culto: aquella que nos ponga en comunión con la divinidad y nos permita así participar de sus atributos y respaldar nuestra congénita inseguridad.

Pero aquí cabe el peligro de manipulación mágica de lo divino, o bien para apropiarse abusiva­mente de los atributos de la divinidad, o para evadirse la persona de su propia condición humana al margen de su responsabilidad ética en la historia.

Frente a esta pretensión desviada, se puede dar otra legitima: la de aquel que sintiéndose en comunión con Dios a través de todas las manifestaciones naturales de la vida, sin embargo “ex­presa” de manera más consciente y “realiza” de forma más intensiva en los actos cultuales esa comunión con Dios que empapa su vida entera.

Ignacio Fernández González
Sacerdote Diocesano