27 de junio de 2021
1385 • AÑO XXIX

INICIO - Voz del Papa

Discurso a seminaristas y formadores
del Seminario Pontificio Regional “San Pío XI” de las Marcas  

Seminaristas y sacerdotes, sed “expertos en humanidad”

 


El mundo necesita de pastores "que no se separen del Pueblo de Dios". Hoy más que nunca la misión del sacerdocio requiere competencia y preparación, pero principalmente, "humanidad". El Santo Padre comparte con los seminaristas y formadores del Seminario Pontificio Regional Pío XI de las Marcas sus reflexiones sobre la vocación inspirada en la figura de San José, “tan cercano a nuestra condición humana”. Extracto de las palabras del Papa en su discurso a este Seminario Pontificio.

(…) El Hijo de Dios aceptó dejarse amar y guiar por sus padres humanos, María y José, enseñándonos a cada uno de nosotros que sin docilidad nadie puede crecer y madurar. Me gustaría hacer hincapié en esto, porque no se suele hablar de la docilidad. Ser dócil es un don que debemos pedir; la docilidad es una virtud que no sólo se adquiere, sino que se recibe. (…) el sacerdote es un discípulo que camina continuamente tras las huellas del Maestro y, por tanto, su formación es un proceso evolutivo, que se inicia en la familia, prosigue en la parroquia, se consolida en el seminario y dura toda la vida. La figura de San José es el modelo más bello en el que vuestros formadores están llamados a inspirarse para salvaguardar y cuidar vuestra vocación. (…)

“No os conforméis con ser hábiles en el uso de las redes sociales y los media para comunicar. Sólo transformados por la Palabra de Dios podréis comunicar palabras de vida”

Queridos hermanos de la Conferencia Episcopal de las Marcas (…). Que aprendan la docilidad de vuestra obediencia, la laboriosidad de vuestra dedicación al trabajo, la generosidad hacia los pobres del testimonio de vuestra sobriedad y disponibilidad, la paternidad de vuestro afecto vivo y casto.

Y ahora, queridos seminaristas quiero dirigirme a vosotros, a quienes la Iglesia pide que sigáis el ejemplo de Jesús, que se dejó educar dócilmente por José. Él, desde joven tuvo que experimentar las dificultades que conlleva todo camino de crecimiento, plantearse las grandes preguntas de la vida, empezar a asumir sus responsabilidades y tomar sus propias decisiones. Pero Él era Dios, no le hacía falta; no: (…)

Que el Seminario sea también para vosotros como la casa de Nazaret, donde el Hijo de Dios aprendió de sus padres la humanidad y la cercanía. No os conforméis con ser hábiles en el uso de las redes sociales y los media para comunicar. Sólo transformados por la Palabra de Dios podréis comunicar palabras de vida.  El mundo está sediento de sacerdotes capaces de comunicar la bondad del Señor a quienes han experimentado el pecado y el fracaso, de sacerdotes expertos en humanidad, de pastores dispuestos a compartir las alegrías y las penas de sus hermanos, de hombres que se dejen marcar por el grito de los que sufren.

Tomad la humanidad de Jesús del Evangelio y del Sagrario, buscadla en la vida de los santos y de tantos héroes de la caridad, pensad en el ejemplo genuino de quienes os transmitieron la fe, de vuestros abuelos,  de vuestros padres. Ya se lo decía Pablo a su amado discípulo Timoteo: “Acuérdate de tu madre y de tu abuela, de tus raíces”.  Y leed también a los escritores que han sabido escrutar el alma humana; pienso, por ejemplo, en Dostoievski, que en las míseras vicisitudes del dolor terrenal supo  desvelar la belleza del amor que salva. Pero alguno de vosotros dirá: ¿qué tiene que ver Dostoievski con esto? ¡Es algo para los literatos! No, no: es para crecer en humanidad. Leed a los grandes humanistas. Un sacerdote puede ser muy disciplinado, puede ser capaz de explicar bien la teología, incluso la filosofía y muchas cosas. Pero si no es humano, no sirve de nada. Que se vaya y sea profesor. Pero si no es humano no puede ser sacerdote: le falta algo. ¿Le falta la lengua? No, puede hablar. Le falta el corazón ¡Expertos en humanidad!

“Un sacerdote puede ser muy disciplinado, puede ser capaz de explicar bien la teología, incluso la filosofía y muchas cosas. Pero si no es humano, no sirve de nada”

El Seminario, pues, no debe alejaros de la realidad, de los peligros y menos aún de los demás; al contrario, debe acercaros más a Dios y a vuestros hermanos. Dentro de las paredes del Seminario, ensanchad los límites de vuestro corazón, -el corazón ensanchado-  extendedlos al mundo entero, apasionaos por lo que "acerca", apasionaos por lo que acerca, por lo que “abre", por lo que “hace encontrar".

Desconfiad de las experiencias que conducen a intimismos estériles, de los "espiritualismos gratificantes" que parecen dar consuelo y, en cambio, conducen a la cerrazón y a la rigidez. Y aquí me detengo un momento. La rigidez, está algo de moda hoy en día; y la rigidez es una de las manifestaciones del clericalismo. El clericalismo es una perversión del sacerdocio: es una perversión. Y la rigidez es una de sus manifestaciones. Cuando encuentro  a un seminarista o a un joven sacerdote rígido digo " a este le pasa algo malo por dentro". Detrás de toda rigidez hay un grave problema, porque la rigidez carece de humanidad.

(…)