21 de febrero de 2020
1367 • AÑO XXIX

INICIO - Signo y Gracia

Teología de los sacramentos

Capacidad simbólica de la persona en la cultura secular actual 

La realidad cultural está llevando, a medida que se desarrolla, a una nueva valoración de lo que llamamos sacramentalidad. 

Nuestra cultura ha pasado por la doble tentación del racionalismo y el positivismo que han oscurecido la comprensión de lo simbólico. También la comprensión de lo religioso ha vivido esas dos tenta­ciones que han amenazado con reducirla a doctrina o a institución o a precepto. Pero los intentos de amputar a la persona alguna de sus dimensiones resultan inútiles. En la actividad científica actúa como una de las fuerzas propulsoras de la imaginación, creadora de hipótesis y alimentadora del entusiasmo. Y cuando el trabajo y la producción –únicas actividades reconocidas por el prag­matismo– comienzan a dar sus frutos de bienestar para algunas sociedades humanas, comienza a plantearse en éstas el problema del ocio, que ha hecho posible el trabajo, y con él reaparece la necesidad de atender a aquellas actividades en las que la persona no busca la consecución de un objetivo practico, sino realización de las posibilidades que desde su interior le mueven a la acción.

La misma situación cultural cuyos presupuestos parecían comportar un debilitamiento del sus­trato simbólico de la persona está llevando a medida que se desarrolla, a una nueva valoración de lo que hemos llamado sacramentalidad.

La existencia humana es una existencia “encarnada”; exige la corporeidad y se realiza en y por medio de ella. Todo encuentro humano se realiza a través del cuerpo y es una relación que se realiza por signos. A partir del cuerpo, las palabras, los gestos, las experiencias culturales y humanas, son signos, mediaciones de toda relación del ser encarnado. La persona establece rela­ción con otras a través de signos, es decir, en un régimen de sacramentalidad.

El sacramento es el medio de expresión en el encuentro entre Dios y la persona. Dios se comu­nica con la persona a través de signos condicionados por el tiempo y el espacio.

La relación humana es posible en y por medio de un sistema de signos; por ello, Dios, al co­municarse con la persona, lo hace por medio de signos. Lo sacramental es básico en el plan de la salvación y en el encuentro de la persona con Dios. La relación de la persona con Dios tiene que ser una relación sacramental. A través de realidades corporales y visibles, Dios se revela y nos comunica las realidades espirituales e invisibles y se nos comunica Él mismo. 

Un rasgo básico de la persona es la condición simbólica, es un ser simbólico. Genera símbolos; ella misma es el símbolo originario y origen de todo símbolo. 

La persona, en su relación con el tú, tiene que adoptar una actitud de reconocimiento exigida por la “sacramentalidad” del otro.

De este fondo simbólico de la condición humana surge y, a través, de él se ejerce la actividad que resume el término religioso “sacramento”. Una existencia religiosa que prescindiera de los elementos resumidos en él sería mutiladora de lo humano e irrealizable. 

Ignacio Fernández González
Sacerdote Diocesano