14 de febrero de 2021
1366 • AÑO XXIX

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Teología de los sacramentos

Sacramentalidad de la condición humana

La persona es un ser, es un animal simbólico. La persona utiliza en su vida una serie de símbolos; es por su naturaleza generadora de símbolos.

LA PERSONA, ANIMAL SIMBÓLICO
Sacramentalidad significa la posibilidad innata a la condición humana de refle­jar, de hacer presente en su mundo una realidad superior a ella, pero con la que la persona man­tiene una cierta relación. La sacramentalidad es una forma particular y privilegiada de realización de la dimensión simbólica de la condición humana.

Hay comprensiones actuales de la persona que destacan como rasgo constitutivo y central de su ser la condición simbólica. La persona es un ser, es un animal simbólico. La persona utiliza en su vida una serie de símbolos; es por su naturaleza generadora de símbolos; ella es el símbolo ori­ginario, el ser en el que tiene su origen el fenómeno del simbolismo. El símbolo es una realidad compleja en la que se reúnen dos significados pertenecientes a órdenes distintos de realidad; es una realidad partida cuyas partes reunidas hacen posible la identificación y el reconocimiento.

El símbolo es una realidad compleja en la que una parte captable empíricamente nos hace presente la otra parte de naturaleza meta empírica (el símbolo es una realidad compuesta por algo mate­rial, que se ve, que se palpa, por ejemplo: las lágrimas, y por algo que no se ve, pero que existe: la pena). Para que el hecho del simbolismo sea posible se requiere que exista una realidad de este mundo habitada de alguna manera por ese otro mundo superior, que se transparente en ella, y que a través de ella pueda reflejarse en las realidades del mundo.

EL SÍMBOLO, EXPRESIÓN HUMANA DE LA RELACIÓN CON LA TRASCENDENCIA
En la relación con el mundo se realiza y expresa la dimensión simbólica de la persona transfigurando y llenando sus objetos de nuevos sentidos. En la relación con las otras personas esta dimensión se realiza más plenamente y adquiere sus expresiones más perfectas. 

En su relación con el tú, la persona tiene que aban­donar las actitudes posesivas en las que ella ocupe el centro y adoptar una actitud de reconoci­miento y de abandono exigida por la “sacramentalidad” del otro que le hace indominable.

La condición simbólica de la persona es, pues, la primera expresión de esa verticalidad básica de la persona que se contagia a partir de él a todo el mundo dándole una nueva dimensión. De este fondo simbólico de la persona brotan unas manifestaciones que crean el clima, la atmósfera que baña las realizaciones concretas de su sacramentalidad.

Entre ellas se destacan la capacidad de la persona de celebrar la existencia en lugar de limitarse a vivirla, expresando festivamente la alegría de ser; su búsqueda permanente de modelos que aseguren la permanencia de un ser al que la temporalidad tiene sometida a perpetuo desgaste. 

De este fondo simbólico de la condición humana surge y, a través de él, se ejerce la actividad que resume el término religioso “sacramento”.

Ignacio Fernández González
Sacerdote Diocesano