7 de febrero de 2021
1365 • AÑO XXIX

INICIO - Signo y Gracia

Teología de los sacramentos

 Fundamentación antropológica de los sacramentos

Toda persona tiene una dimensión o parte corporal, lo que se ve: cabeza, ojos, pie, etc.; y también, una dimensión o parte espiritual, que no se ve: ideas, sentimientos, valores, actitudes... Las dos partes forman nuestro ser.

LA EXISTENCIA HUMANA COMO EXISTENCIA ENCARNADA
Si yo quiero relacionarme con Dios: rezo, me santiguo, doy limosnas, ayudo a un anciano. También Dios, si quiere relacionarse conmigo debe usar algo visible: el pan, la palabra, el vino, el universo, la flor, el sol, el pobre, la persona, etc. 

La existencia humana es una existencia “encarnada”. Es decir, se trata de una existencia que exige la corporeidad y se realiza en y por medio de ella. Esto implica que todo encuentro humano se realice a través de la corporeidad; es decir, por medio del cuerpo y en la presencia visible del cuerpo. Y toda re­lación a través de la corporeidad es una relación que se despliega por medio de signos. En este sentido, el cuerpo es el primer signo, que cubre y revela la interioridad de la persona. Y a partir del cuerpo, las palabras, los gestos, las experiencias de la cultura y de la vida humana, son signos, mediaciones nece­sarias de toda relación del ser encarnado. El hombre, por ser persona encarnada, que implica la corpo­reidad, es un ser que tiene que establecer relación con otro a través de signos o, lo que es lo mismo, en un régimen de sacramentalidad.

EL TIEMPO Y EL ESPACIO SACRAMENTALIZAN LA MANIFESTACIÓN DE DIOS A LA PERSONA
El sacramento, como signo de la presencia viva de una persona, es un medio de expresión en el encuentro interpersonal entre Dios y la persona. Si Dios se pone en comunicación con la persona, esa expresión divina, al atravesar las capas de la atmósfera para alcanzar a la persona, automáticamente se cristaliza, se convierte en un signo sensible sometido a los condicionamientos de la historia, en la que se mueve la vida humana, el tiempo y el espacio; se hace acontecimiento registrable en sus dimensiones del aquí y del ahora; es decir, se encarna en la corporeidad sensible de la historia. De otra manera no podría ser captado, como medio de expresión de Dios, por la persona, uno de los interlocutores de este encuentro dialogal a quien le resulta imposible salirse fuera de la historia y de la corporalidad.

Si toda relación humana sólo es posible en y por medio de un sistema de signos, se comprende que Dios, al querer comunicarse con la persona, lo haya hecho así, por la mediación, necesaria para la persona, de los signos. En este sentido, lo sacramental no es algo secundario en el plan de la salvación y, en general, en el encuentro de la persona con Dios. La relación de la persona con Dios tiene que ser una relación sacramental. A través de realidades corporales y visibles, Dios se revela y nos comunica las realidades espirituales e invisibles y, en definitiva, se nos comunica Él mismo. 

Ignacio Fernández González
Sacerdote Diocesano