31 de enero de 2021
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"El profesor de persa"

Cuando los presos tienen nombre y apellidos

Estreno de la cinta El profesor de persa, que no sitúa en los campos de contentración de la II Guerra Mundial, planteando una interesante reflexión sobre la importancia del lenguaje.

Segunda Guerra Mundial, 1942. Campo de trabajo alemán en Francia. Un preso judío belga, Gilles (Nahuel Pérez), en el momento en que va a ser fusilado, declara que él no es un judío, sino un musulmán iraní. Da la casualidad de que el oficial jefe de cocinas, Klaus Koch (Lars Eidinger), está buscando un prisionero persa que le enseñe su idioma, ya que quiere abrir un restaurante en Teherán cuando finalice la contienda. Así que llevan a Gilles a su presencia y le ofrece privilegios a cambio de sus clases de persa. El judío, que no sabe una palabra de persa, se va inventando el idioma, que él mismo se ve obligado a aprender. El oficial se lo deja claro desde el principio: si un día descubre que le está engañando le matará con sus propias manos. 

Todos los defectos que puede tener esta película germano-rusa se compensan con la arriesgada originalidad del planteamiento. El director ucraniano Vadim Perelman adapta la novela del cineasta y guionista alemán Wolfgang Kohlhaase, y nos cuenta una historia de supervivencia que recuerda por momentos a El pianista de Polanski. Sobre todo por la relación que se va estableciendo entre el oficial y el prisionero, en este caso basada en una mentira que va creciendo a medida que el oficial va aprendiendo un idioma que no existe.

Sin embargo, lo más interesante estriba en la reflexión que propone sobre el lenguaje. Víctima y verdugo acaban entendiéndose en un idioma inédito, con el que el oficial llega incluso a hacer poesías. La forma en la que Gilles va creando nuevas palabras es muy hermosa, pues lo hace a través de los nombres y apellidos de los prisioneros. Es el único hombre del campo de concentración que se aprende los nombres de todos los detenidos, liberándolos del anonimato que impone ese sistema tan cruel. Mientras que la nueva lengua va humanizando al oficial, en el falso persa va aumentando un miedo que llega a ser atroz, pues es consciente de que esa estratagema no puede acabar bien. ¿Y si aparece un auténtico iraní? ¿Y si se descubre la verdadera identidad de Gilles? ¿Y si el oficial se topa con alguien que sabe el idioma o con un texto real en persa? ¿O si decide llevárselo consigo a Irán?

La película supone una novedosa incursión en el Holocausto, mostrando la radical injusticia de la guerra y de la Soah, y sugiriendo una metáfora sobre la gran mentira del III Reich, que generó un discurso –un idioma– alejado de la realidad. La interpretación de los actores y la puesta en escena son correctas y consiguen transmitir al espectador la ansiedad del protagonista, encerrado en su propio subterfugio para sobrevivir. Es muy emotiva la subtrama de los italianos, que subraya la nobleza del ser humano. Estrenada en el Festival de Berlín, llegó a España en el Festival de Sevilla. Una interesante propuesta.

Juan Orellana
28 de enero de 2021
Publicado en Alfa y Omega