10 de enero de 2021
1361 • AÑO XXIX

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Portadores de la luz que se identifica con la Verdad y el Amor

Dios nos haya dado unos conocimientos sobre cosas o sobre Él mismo, que no hubiéramos tenido de no ser porque sucede esa Revelación. Lo cual es verdad, pero no es conocimiento sobre cosas. La Revelación del Señor consiste en una luz que nos permite ver las cosas de la vida, las realidades creadas, la historia, nuestra historia personal con una luz diferente. Con una luz que nosotros mismos nos damos cuenta de que es inaccesible a nosotros y que ilumina, sin desentrañarlo, el misterio que somos. Nos damos cuenta de la profundidad de ese misterio que somos cada uno. Misterio de libertad, de inteligencia, de amor. Y nos damos cuenta cómo en el fondo en ese misterio tocamos apenas con la punta de los dedos el Misterio más grande; se revela a esa luz como la fuente de lo que somos. La fuente y la plenitud de lo que somos.

A esa luz también descubrimos que ese Misterio es Amor y eso es lo que descubrimos en la Navidad. Que ese Misterio es Amor y que la luz que ilumina nuestro misterio también es una vocación al Amor. Y así aparece –diríamos- como una especie de triángulo entre el término luz con la Navidad, lo que el Señor ha hecho es sobre todo iluminar la Creación, iluminar nuestras vidas, iluminar la realidad de las cosas, iluminar el sentido de nuestro pasado, de nuestro origen y de nuestro fin, a la luz de un designio que es el que se revela y el que se pone de manifiesto en el Nacimiento del Hijo de Dios.

Y esa luz nos conduce a la verdad de lo que somos. Quien tiene esa luz camina, o se esfuerza por caminar en la verdad. Y quien camina en la verdad vive en la libertad de los hijos de Dios y es capaz de amar. Cuando esa luz dejamos que se oscurezca permitimos que sea minada por la desesperanza o por la desconfianza, o por la infidelidad cuando no seguimos, por así decir, a esa luz, entonces nuestra vida se ensombrece y nos damos cuenta de que todos los esfuerzos humanos por quitar esas sombras son estériles, inútiles, completamente inútiles. 

(…)

Que el Señor nos permita siempre vivir de esa luz y que nos permita también ser luz para otros. No porque seamos cristianos o conozcamos la fe y hayamos hecho cursos y cosas podamos saber cosas que los demás no saben. Pero si somos portadores de esa luz que se identifica con la Verdad y que se identifica con el Amor, ciertamente el mundo está hecho para abrirse a ella. También a veces para perseguirla, pero en general nuestro corazón es cómplice del Evangelio; está hecho para ser cómplice, para recibir un amor infinito. Y eso es lo que hemos encontrado cuando hemos encontrado a Jesucristo en la Iglesia y en nuestra vida.

+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada

29 de diciembre de 2020
Iglesia parroquial Sagrario Catedral

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