Nº 1361 • AÑO XXIX
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Cine
El padre. La humanidad tierna y frágil
Esta Navidad llegó a nuestras salas una de las películas mejor valoradas del año por público y crítica, la británica El padre. La cinta se basa en la obra de teatro del dramaturgo francés Florian Zeller, que es además el guionista y director del filme.
Aunque Zeller ya había escrito diversas comedias para el cine, como Enamorado de mi mujer (2018) o No molestar (2014), esta es la primera vez que se pone tras las cámaras de un largometraje.
Anthony (Anthony Hopkins) es un anciano londinense en el que avanza muy deprisa una demencia senil. Nunca se nos dice si se trata de alzhéimer u otra dolencia, pero el hecho es que cada vez le cuesta más reconocer a sus seres queridos, y vive en una progresiva confusión. Su hija única, Anne (Olivia Colman), debe trasladarse a vivir a París y se ve urgida a buscar una solución para su padre, ya que Anthony ya no puede seguir viviendo solo.
Se han hecho muchas películas interesantes sobre la demencia o el alzhéimer en la tercera edad. Como botón de muestra recordemos En el estanque dorado, El hijo de la novia, Quédate conmigo, El cuarteto, ¿Y tú quién eres?, Vivir dos veces, Recuérdame, El viaje de sus vidas… La originalidad de El padre estriba en que el punto de vista narrativo es el del anciano que padece la enfermedad, con lo que la confusión que experimenta el espectador es la misma que la que sufre el protagonista. Cambia nombres, personas, ubicaciones, y mezcla en su cabeza conversaciones y lapsos temporales. El resultado es una terrible soledad como consecuencia de haberse quedado sin certezas. El espectador consigue identificarse con sus sentimientos y empatiza con sus miedos e inseguridades, y, por tanto, siente su dolor más que en las citadas películas precedentes. De esta manera se pone la mirada en la dignidad del enfermo, en su autoconciencia herida. Llega a preguntarle a la enfermera: “¿Me puede usted decir quién soy yo?”. Cuando Anthony –un hombre fuerte y de carácter– se derrumba, el espectador se derrumba con él y probablemente no pueda contener las lágrimas.
La película no busca moralejas ni lecciones. Trata de ponerse en el lugar del enfermo, y así hacer más comprensibles sus emociones e incluso su cambiante carácter. Por eso el sabor que deja es agridulce. Por un lado provoca una justa e inevitable tristeza, pero por otro se agradece la profunda humanidad del filme, su desnudez de prejuicios o lugares comunes. En un momento en que España ha abierto la puerta a la muerte indigna de los enfermos irreversibles, El padre pone sobre la mesa toda la humanidad tierna y frágil de Anthony, que se ha convertido en un niño pequeño que solo quiere el afecto y compañía de su hija.
No podemos terminar sin comentar el trabajo de Anthony Hopkins, soberbio, y que bien podría valerle otro Óscar por su interpretación. No es menor la actuación de Olivia Colman, contenida, pero que expresa magníficamente la difícil situación personal y el dilema moral en el que se encuentra su personaje. Una auténtica joya.
Juan Orellana
Publicado en Alfa y Omega (7 de enero de 2021)