30 de diciembre 2020 - 3 de enero de 2021
1360 • AÑO XXIX

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Reyes Magos

“En el momento de la presentación de los dones,
la Virgen dijo a cada uno: ‘Deo gratias’”

El 6 de enero es la Epifanía del Señor, la manifestación de Dios al mundo. En su libro sobre los Reyes Magos (Ediciones Encuentro), el monje carmelita alemán Juan de Hildesheim (siglo XIV) narra algunos aspectos de la historia de los tres reyes magos que acuden a Belén para ver al Hijo de Dios hecho carne, al Salvador del mundo. Ofrecemos dos de sus capítulos.  

Capítulo XVIII

Se habla de la diversidad de los dones ofrecidos por los magos a Cristo y del pomo de oro y de su explicación y de su sentido alegórico.

Ahora conviene saber que los tres Reyes habían llevado consigo, con gran munificencia, múltiples dones y ornamentos de gran valor para ofrecérselos al Señor os mismo que Alejandro, hijo e Filipo, rey de Macedonia, había dejado en Caldea, en India y en Persia; y los que la reina de Saba había llevado al templo de Salomón; y los vasos preciosos de la casa del rey y del templo de Jerusalén, que habían sido expoliados por los caldeos en la destrucción de Jerusalén; y muchos otros objetos de oro, de plata y piedras preciosas. 

Pero cuando encontraron al niño Jesús en tan gran pobreza, y cuando la estrella, como hemos dicho, descendió entre las pareces, haciendo que el tugurio y la gruta, de tanto esplendor parecieran casi un horno de fuego, los Magos, tras descender de sus dromedarios, se vieron invadidos de tan gran temor que cada uno de ellos, de todas las cosas que había llevado consigo, tomo tan sólo lo que encontró más a mano. Y así Melchor presentó a Jesús treinta denarios de oro y un pomo de oro, de un tamaño tal que se podía abarcar por completo con una mano. Baltasar ofreció el incienso que había encontrado debajo de su mano. Y, en fin, Gaspar presentó la mirra, con gran profusión de lágrimas.

Su turbación y el temor y el ardor y la devoción que pusieron en las ofrendas fueron tales que todas las palabras que les dirigió en aquel momento la bienaventurada Virgen no comprendieron nada, excepto que, en el momento de la presentación de los dones, la Virgen dijo a cada uno: “Deo gratias”.

 El pomo de oro que Melchor ofreció junto a los treinta denarios ya había pertenecido a Alejandro Magno, y se podía abarcar por completo con una sola mano. Representaba el mundo, pues Alejandro lo había hecho fabricar con los restos de los tribunos de todas las provincias, y siempre lo llevó en la mano, como si la con la abarcar el mundo entero. El pomo se quedó en la India cuando se vio obligado a abandonar Persia. Su forma esférica, que no tiene ni principio ni fin, representa en forma de símbolo a aquel que, con la virtud de su poder, circunda el mundo entero, es decir, el cielo y la tierra. 

Conviene saber, además, que según la costumbre de las regiones de Oriente, cuando el Sultán u otro rey hace su entrada en alguna de sus ciudades, o en algunos de sus pueblos, o simplemente pasa por allí, los habitantes encienden incienso y mirra delante de las puertas de todas las casas y quien no lo hace es castigado como un rebelde, pues en aquellos lugares la ascensión del incienso significa sumisión completa y deber de obediencia a un dios, a un ídolo o a un rey presente. Pr eso a los mártires se les conminaba , mas que a venerar a los ídolos, a presentar el incienso: algo que, todavía en nuestros días, los sarracenos exigen que los cristianos hagan en sus templos. 

Capítulo XIX

Se habla de cómo el pomo se fragmentó en las manos de Cristo y de la estatua y de la piedra que aparecen en la profecía de Daniel.

Más, si bien Cristo se hizo pobre por nosotros, él no tenía necesidad de estos dones para vencer su indigencia, puesto que él es aquel “que dijo, y las cosas fueron”. Por eso, apenas se entregó al niño Jesús el pomo de oro, éste se fragmentó y se redujo a polvo.

Y así como la piedra, arrancada de la montaña sin obra de mano humana, corrió y destrozó la estatua (que había aparecido en sueños) de Nabucodonosor, así esta piedra que es Cristo, nacido entonces de una Virgen –él que derriba a los potentados de su trono y enaltece a los humildes-, en un instante, gracias a su humildad y por la grandeza de su poder, rompió y redujo a nada el pomo, que es el símbolo del universo.