20 de diciembre de 2020
1358 • AÑO XXIX

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Sacramentos de vida cristiana

Realidad humana del matrimonio 

El matrimonio está ordenado a proporcionar al hombre bienes que son necesarios tanto para la pareja como para la humanidad.

El matrimonio es la respuesta adecuada a esta doble forma de ser del varón y la mujer, que sólo tiene sentido si se la interpreta en su relación de reciprocidad, de comunicación mutua, de unidad en la diversidad, de colaboración y de comunión. El concepto socio-jurídico del matrimonio intenta abarcar diversas realidades que van vinculadas a las instituciones del matrimonio y de la familia, pero hay una que desde el punto de vista antropológico antecede a las demás y es justamente esta necesidad que sienten tanto el varón como la mujer de compartir su existencia con quien desde la diversidad del sexo demuestra ser el amigo verdadero.

Tan fundamental es para la Biblia la relación varón-mujer que la introduce en la determinación teológica del ser humano, y hasta en el enunciado de su ser a imagen de Dios. Sólo esta complementariedad y referencia mutuas hacen posible la plenitud humana de sentido que tiene la palabra hombre. Este misterio del varón y la mujer es tan profundo que su mutua alianza se convierte en imagen y semejanza de la alianza de Dios con los hombres, en representación del amor, de la fidelidad y de la fuerza creadora de Dios. De esta manera se confiere al matrimonio una dignidad insuperable, que excluye de antemano cualquier género de hostilidad contra el sexo.

La tradición teológica considera a la procreación como fin principal del matrimonio. Pero el matrimonio tiene también otras razones profundas, en concreto la amistad y ayuda conyugal, que está ya presente en la historia de la creación narrada por el Génesis y que puede ser prioritaria en la intención de los contrayentes. En la actualidad, tanto la teología y la moral católica como el Magisterio de la Iglesia (cfr. Vaticano II) reconocen que ambos aspectos, el amor y la procreación, son esenciales para la constitución del matrimonio. 

Es evidente que la sacramentalidad del matrimonio no se deduce simplemente de esta relación del matrimonio con el autor de la creación, pero tiene en ella su primer fundamento. En cuanto el matrimonio está ordenado a proporcionar al hombre bienes que son necesarios tanto para la pareja como para la humanidad, está regido por unas normas universales y cae también bajo la acción de la gracia en la historia de la salvación. Y en este sentido, la sacramentalidad del matrimonio arranca de la misma realidad humana y natural del matrimonio y encuentra en ella su primer fundamento. Incluso se podría decir que los actos por los cuales se contrae el matrimonio tienen ya un cierto significado sacramental, ya que mediante esos actos se realiza y se significa algo más que una simple obligación contractual, esto es, una unión y un compromiso sagrados, religiosos. Es una sacramentalidad parecida a la que compete al juramento, que en el lenguaje clásico se llamaba sacramento.

Ignacio Fernández González
Sacerdote diocesano