Nº 1357 • AÑO XXIX
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Exégesis de su casamiento con María
La Anunciación a José
Paralela a la Anunciación a la Virgen, Gianfranco Ravasi nos recuerda la Anunciación a José. Nos recuerda el misterio de la revelación del ángel al esposo enamorado de la Virgen, el famoso episodio que lleva al evangelista a denominarlo como hombre “justo”.
En el registro civil María es la esposa de José, como también recuerda el último anillo de la cadena genealógica que Mateo coloca en la apertura de su evangelio: “Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús llamado Cristo” (1,16). Sabemos que sobre este desposorio los apócrifos entretejerán leyendas y el arte nos dejará obras maestras como la célebre Boda de la Virgen que pintó Rafael en el 1504 y que ahora se conserva en la pinacoteca de Brera en Milán, o bien optará por las no menos famosas sagradas familias como el Tondo Doni de Miguel Ángel (1546, Uffici) y de la Trinidad terrestre de Murillo (1681-1682, National Gallery de Londres).
El evangelio de Mateo, como es sabido, nos narra una “anunciación a José” (1,18-15), paralela a la de María, que ya hemos encontrado en Lucas. Tampoco falta en Mateo el uso del esquema literario del Antiguo Testamento de los “nacimientos anunciados de los héroes” de la historia de la salvación, cuyos componentes pueden ser diferentes y muy variados: dificultades para engendrar en la parejas (a menudo la esterilidad), el anuncio de la concepción por medio de un ángel, el temor del destinatario (“No temas...”), la noticia del nacimiento, de la misión del hijo, a veces la comida simbólica del niño, la señal de la confirmación y, finalmente, el nacimiento. Pensemos en las historias bíblicas de Ismael, Isaac, Gedeón, Sansón, del Emmanuel (1s 7).
Pero vamos a centrar la atención solo en un elemento dentro del complejo relato mateano: José es presentado repetidamente como esposo de María. Como se ha dicho ya, en la genealogía de Jesús aparecía con este título (1,16); en 1,18 dice que “María, estando prometida como esposa a José, antes de empezar a vivir juntos, se encontró encinta”; el ángel invita a José a que “no tengas ningún reparo en recibir en tu casa a María, tu mujer” (1,20); al final se cuenta que “José hizo lo que le había pedido el ángel del Señor y acogió a su mujer” (1,24), la cual, “sin que él la hubiese conocido, dio a luz un hijo” (1,25).
José se encontraba precisamente en esta posición intermedia de esposo de María según un matrimonio “ratificado y no consumado” cuando cae como un rayo sobre él la noticia de la futura maternidad de su “esposa”.
En referencia a esta vicisitud matrimonial es necesario volver sobre un dato socio-cultural del antiguo Israel que ya habíamos mencionado anteriormente. Como en otras civilizaciones análogas, el matrimonio comportaba un contrato preliminar que contenía la petición formal de la mujer con la que se iba a casar, dirigida a su padre. Esto se negociaba en la casa de la futura esposa como estipulación, también económica, de su paso a otra familia. Este acto era algo más que un noviazgo, era una verdadera y propiamente la primera fase del matrimonio. La mujer ya se convertía en esposa, aunque sin entrar todavía en el nuevo clan. El matrimonio se efectuaba y se “consumaba” en un segundo momento, más o menos, un año más tarde.
José se encontraba precisamente en esta posición intermedia de esposo de María según un matrimonio “ratificado y no consumado” cuando cae como un rayo sobre él la noticia de la futura maternidad de su “esposa”. En este caso él estaba autorizado a romper el contrato nupcial mediante el divorcio o el repudio (el matrimonio, como ya se ha dicho, ya estaba formalmente en acto). Él, más que recurrir al procedimiento público, piensa optar por la modalidad concordada y secreta, ante dos testigos. Pero, en este punto, sueña con la revelación angélica que cambiará la vida del primer hombre que ha amado de manera directa a María. Ahora bien, los estudiosos no se ponen de acuerdo sobre el sentido de la intervención del ángel: “José, hijo de David, no tengas ningún reparo en recibir en tu casa a María, tu mujer, pues el hijo que ha concebido viene del Espíritu Santo” (1,20). ¿María le había contado ya a José algo sobre el misterio de su futura maternidad y el ángel interviene solo para hacerle superar la modestia y el respeto sacro por aquella encarnación del Espíritu Santo? En tal caso, la frase del ángel tendría este valor: “No temas casarte con María aun sabiendo que está encinta por obra del Espíritu de Dios”. ¿O bien es el mismo ángel el que le comunica al aturdido José el misterio que se está cumpliendo en su esposa, impidiendo así que la repudie en secreto? La frase del ángel, entonces, sería explícita: “No temas casarte con María porque su maternidad no es fruto del adulterio, sino divina”.
Sobre la base de esta doble interpretación también el título de “justo” atribuido a José por parte de Mateo (1,19: “José, su marido, era un hombre justo y no quería denunciarla...”), en la primera hipótesis significa “reverencia”, “respeto” hacia Dios y su misterio; y en la segunda, en cambio, significaría solo “obediencia a la Ley” que imponía el repudio de la adúltera o de la sospechosa de serlo, repudio que él habría llevado a cabo, pero sin hacer ruido.
Gianfranco Ravasi
En María. La Madre de Jesús