6 de diciembre de 2020
1356 • AÑO XXVIII

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Solemnidad de la Inmaculada

La alegría del Adviento

En este tiempo de Adviento, de venida del Señor, nos disponemos a centrar nuestra mirada en la Virgen María como figura central de este tiempo litúrgico, cercanos ya a la Solemnidad de la Inmaculada.

Pablo VI invitó a toda la comunidad cristiana a que en el tiempo de Adviento nos centráramos en María porque ella está muy presente en todo el camino de espera de la venida del Señor. Hay una llamada de toda la Iglesia a desarrollar nuestra devoción mariana. Ella es una muchacha sencilla, israelita fiel, conocedora de las esperanzas de su pueblo, impregnada de todo lo que los profetas habían anunciado y prometido, y que esperaba con toda su fe la llegada de aquel Mesías que tenía que traer una vida nueva para todos. Lo que ella no podía imaginarse es que iba a ser elegida por Dios para ser madre del Mesías. Con toda humildad y mucha fe responde a esta llamada, y se dispone a recibir en su seno al Salvador del mundo. De esta manera se convierte, así, en la mensajera de la alegría de Dios, la portadora de la Buena Noticia para la humanidad. En su misterio ella te revela la alegría de la salvación. Quiere contagiarte de la alegría del Adviento y que esa alegría permanezca en ti para siempre. 

En la fiesta de la Inmaculada Concepción celebras a María, que ha permanecido libre de pecado, como una anticipación de la vida nueva que a través de ella iba a venir al mundo. Esa vida nueva que nos trae Jesús no la acogemos de cualquier manera; es verdad que somos pecadores, pero al mirar a María Inmaculada, la llena de gracia, nos sentimos llamados a vivir en gracia de Dios con un corazón transparente y limpio para poder contemplar la belleza del Señor en nuestra vida. Por eso no te conformes con vivir la vida, vive en gracia de Dios, rechaza el pecado, lo que te aparta del misterio del amor de Dios. Ella te alienta a que te prepares para acoger el misterio de la Encarnación, dejando atrás la vida de pecado, reconciliándote con Dios y los hermanos. Al mirarla a ella, siente esa llamada a recibir el sacramento del perdón como fuente de gracia. María, nuestra Madre, la Virgen de la Esperanza, es “la llena de gracia” que quiere que acojas a su hijo con un corazón muy limpio, lleno de la gracia santificante, en tus anhelos de santidad y de comunión con Cristo.

Demos gracias a María porque Dios ha encontrado un corazón a quien anunciar el mensaje de salvación. La Virgen de Nazaret experimenta la fuerza misteriosa de los designios de Dios, que la elige para ser la puerta por donde Él entra en nuestro mundo. Toda su elección está en no elegir, en dejarse elegir, en dejarse hacer, en ser apertura y disponibilidad. ¡Qué gran lección para aquellos que quieren seguir a su hijo Jesús! Dejarnos elegir por Dios, abrirnos a la misión que él nos encomienda, dando nuestro “sí” con toda disponibilidad. Tu “sí” a Dios te abre las puertas de la esperanza para contemplar las maravillas de su Reino. 

Lázaro Albar Marín
En La fuerza de la esperanza
Editorial San Pablo