6 de diciembre de 2020
1356 • AÑO XXVIII

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Día del Seminario 2020

“Pastores misioneros”

Celebramos este año el Día del Seminario en la solemnidad de la Inmaculada Concepción. Un día para recordar el necesario cuidado de las vocaciones al sacerdocio. Haciéndose eco del lema Pastores misioneros, los obispos españoles nos recuerdan algunas claves fundamentales para el nacimiento y cuidado de las vocaciones al presbiterado.

La Iglesia en España está empeñada con gozo en la tarea de la evangelización, en sintonía con las insistentes llamadas a vivir un tiempo de “conversión pastoral misionera” (Evangelii gaudium) del Papa Francisco. (…) El lema elegido para esta campaña, Pastores misioneros, intenta recoger, sin agotarla, la identidad del sacerdocio ministerial. Los sacerdotes, en cuanto que participan del Sacerdocio de Cristo Cabeza, Pastor, Esposo y Siervo[1], son llamados en verdad “pastores de la Iglesia”; y en cuanto enviados por Cristo, con los Apóstoles, son esencialmente misioneros dentro de una Iglesia toda ella misionera.

Vamos a desarrollar a continuación algunas claves teológicas de este binomio sacerdotal “pastores-misioneros”, añadiendo a la vez algunas consecuencias para la pastoral vocacional que se habrán de concretar en cada Iglesia particular, según posibilidades y circunstancias.

PASTORES PORQUE SOMOS DISCIPULOS
San
Juan Pablo II en el capítulo dedicado a la pastoral vocacional en la Exhortación P.D.V. comienza citando el primer encuentro de Jesús con los primeros discípulos en el Evangelio de san Juan (Jn 1, 35-42), y dice que “la Iglesia encuentra en este Evangelio de la vocación el modelo, la fuerza y el impulso de su pastoral vocacional, o sea, de su misión destinada a cuidar el nacimiento, el discernimiento y el acompañamiento de las vocaciones, en especial de las vocaciones al sacerdocio”[2]. Los pastores son, ante todo, discípulos de Jesús, que le buscan, le siguen y permanecen con Él.

San Agustín en su famoso sermón sobre los pastores afirma con gran belleza[3]: el pastor es también un cristiano, miembro del rebaño que Jesús ha congregado en torno a sí mismo (Cfr. Jn 10, 14). Nunca deja de ser discípulo aquél que fue llamado a ser pastor.

Para que colaboremos debidamente con el Señor en el surgimiento de nuevas vocaciones sacerdotales, lo primero y principal que hemos de hacer es que haya comunidades cristianas capaces de suscitar ese encuentro con Cristo que entusiasme, enamore y provoque la entrega incondicional a los demás

PASTORES PORQUE SOMOS LLAMADOS
El relato de la vocación de los apóstoles en el evangelio de san Lucas está situado en un contexto muy preciso: Jesús “se fue al monte orar, y se pasó la noche en la oración de Dios”[4]. De la intimidad divina, del Corazón de Dios, nace la elección y la llamada a los que llamará a ser sus pastores. En efecto, dice el texto: “cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos”. Jesús que llama a todos los hombres y mujeres a su seguimiento, quiso tener un acto de predilección para que algunos fueran sus amigos y colaboradores más íntimos.

San Pablo igualmente insiste continuamente en que su condición de apóstol se debe a una llamada especial: “Pablo, siervo de Cristo Jesús, apóstol por vocación, escogido para el Evangelio de Dios”[5] y “cuando Aquel que me separó del seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar a su Hijo en mí para que le anunciase entre los gentiles”[6]. De igualmente manera la carta a los Hebreos nos habla de Cristo sacerdote, y también de todos los que le hacen presente, por iniciativa del Padre: “nadie se arroga tal dignidad, sino el llamado por Dios, lo mismo que Aaron”[7].

A pesar del ruido que nos envuelve a todos y de las continuas solicitudes por vivir externos a multitud de reclamos los jóvenes son sensibles a esos momentos de silencio y de encuentro personal con Cristo

PASTORES PORQUE SOMOS ENVIADOS
Desde la primera llamada a los apóstoles queda claro que Jesús elegía a los apóstoles para “estar con El y para enviarles a predicar”[8]. Es inseparable. Jesús les llama a su amistad (Jn 15, 15) y aprenden de EL cómo es su corazón de Pastor (Jn 10).De esta manera los apóstoles, y después de ellos, el ministerio ordenado en la Iglesia, es una prolongación del envío que recibió Jesús del Padre: “como el Padre me ha enviado, así os envío yo” (Jn 20,21). De esta manera “la Iglesia en salida”[9], pide a los sacerdotes también estar en “estado de misión”, de buscar a la oveja perdida, de pasar de una pastoral de campanario a la pastoral del timbre de la puerta. Todo ello con la alegría de los testigos de Cristo, es decir, de quien no lucha por mantener vivo un “negocio”, sino del que no puede menos que predicar a Cristo.

El sacerdote, en cuanto colaborador del Obispo, sucesor de los apóstoles, es un misionero en sentido estricto. Toda la Iglesia es misionera. Así se afirma en el documento sobre la formación sacerdotal: “Dado que el discípulo sacerdote proviene de la comunidad cristiana y a ella regresa, para servirla y guiarla en calidad de pastor, la formación se caracteriza naturalmente por el sentido misionero (...) Se trata de que los seminarios puedan formar discípulos y misioneros enamorados del Maestro, pastores con “olor a oveja”, que vivan en medio del rebaño para servirlo y llevarle la misericordia de Dios”[10].

El Papa Francisco de muchas maneras pide siempre a los jóvenes ese “plus” de inconformismo y generosidad que es el mejor caldo de cultivo para una posible llamada de Dios

El Pastor y Obispo de nuestras almas constituyó su Iglesia de forma que el Pueblo que eligió y adquirió con su sangre debía tener sus sacerdotes siempre, y hasta el fin del mundo, para que los cristianos no estuvieran nunca como ovejas sin pastor. Conociendo los apóstoles este deseo de Cristo, por inspiración del Espíritu Santo, pensaron que era obligación suya elegir ministros "capaces de enseñar a otros" (2 Tim, 2, 2). Oficio que ciertamente pertenece a la misión sacerdotal misma, por lo que el presbítero participa en verdad de la solicitud de toda la Iglesia para que no falten nunca operarios al Pueblo de Dios aquí en la tierra. Pero, ya que "hay una causa común entre el piloto de la nave y el navío...", enséñese a todo el pueblo cristiano que tiene obligación de cooperar de diversas maneras, por la oración perseverante y por otros medios que estén a su alcance, a fin de que la Iglesia tenga siempre los sacerdotes necesarios para cumplir su misión divina[11].

Nosotros, en la Iglesia española, tenemos siempre presente a nuestro santo patrono San Juan de Ávila, cuyo 450º aniversario de su nacimiento estamos celebrando. Podemos terminar con estas palabras suyas referidas al celo pastoral de los sacerdotes, los pastores misioneros que pedimos al Señor nos envíe en la presente campaña del día del Seminario de este año: “Si de veras nos quemase las entrañas el celo de la casa de Dios…¡cómo tendrá paciencia en ver las esposas de Cristo enajenadas de El y atadas con nudo de amor tan falso” [12]; (los sacerdotes son elegidos) “como pastores y criadores del ganado, que los apacienten en los pastos de ciencia y doctrina y aunque sea con derramar sangre y dar la vida, como hizo Cristo, y dijo que este tal es el Buen Pastor”[13].


[1] PDV 15
[2] PDV 34
[3] SAN AGUSTIN, Sermón 46; CCL 41, 529ss:“debo tener presentes dos cosas, distinguiéndolas bien, a saber: que por una parte soy cristiano y por otra soy obispo. El ser cristiano se me ha dado como don propio, el ser obispo, en cambio, lo he recibido para vuestro bien.”
[4] Lc 6, 12
[5] Rom 1,1
[6] Gal 1, 16
[7] Heb 5, 4
[8] Mc 3, 13
[9] FRANCISCO, E.V. 27
[10] RIFS Intr 3
[11] P.O. 11
[12] SAN JUAN DE ÁVILA. Carta 208
[13] Advertencias para el Concilio de Toledo I, n.6