29 de noviembre de 2020
1355 • AÑO XXVIII

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Henri de Lubac
En Paradojas y Nuevas Paradojas 

“En Él no hay más que Sí”

Seríamos más indulgentes unos con otros, más aun, nos amaríamos y admiraríamos más unos a otros si nos convenciéramos verdaderamente desde la juventud del principio elemental de la división del trabajo y de todo lo que este principio supone e implica: división de talentos, de gustos, de vocaciones, de orientaciones, de hábitos, de cualidades de todo orden.  

La discusión entre nosotros no sería menos seria, pero sería más pacífica. Tendería espontáneamente a convertirse en un esfuerzo común de búsqueda y de convergencia. Veríamos mejor que los dones hechos por el Creador a la humanidad en todos sus miembros son prácticamente incombinables.

Comprenderíamos que es hermoso que el mundo humano, así como el de la naturaleza sea diverso; que tenga una diversidad real, acentuada, profunda, con todo lo que esto implica de cuestionamientos, oscuridades, dificultades recíprocas en el esfuerzo de coadaptación de contradicciones al menos pasajeras, disonancias, choques –pero también de confianza recíproca en vistas a un acuerdo más rico y más sutil, un acuerdo que valga la pena.

Y sería una forma de nuestro acto de fe aceptar que un esfuerzo así sólo se revelará en plenitud en el más allá.

San Pablo dijo: “Griego con los griegos, judío con los judíos”. No dijo: “Antijudío con los griegos, antigirego con los judíos”. Dijo: “Me hice todo para todos”. No dijo: “Asumí los prejuicios y los apasionamientos de todos”. Dijo: “Para ganarlos para Jesucristo”. No dijo: “para dejarme ganar por sus puntos de vista humanos”. Pero dijo no menos verdaderamente: “Griego con los griegos, judío con los judíos” y esto es todo lo contrario al desprecio que cambia de lenguaje y de vestido según el medio y las circunstancias sin jamás comulgar de corazón con aquéllos cuyo exterior se adopta...

Es la actitud fundamental del apóstol, que imita la de Jesús, de la que San Pablo decía: “En Él no hay más que Sí”.