Nº 1353 • AÑO XXVIII
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Joan Roig Diggle
Morir perdonando, la gran revolución
El joven laico Joan Roig Diggle, beatificado el pasado 5 de noviembre en la Basílica de la Sagrada Familia de Barcelona, fue martirizado por odio a su fe en la madrugada del 11 al 12 de septiembre de 1936, durante la Guerra Civil española, a la edad de 19 años convirtiéndose con su testimonio en todo un ejemplo para la juventud española y universal.
Joan Roig nació en la Barcelona de 1917, era hijo de una familia muy cristiana, incluso acomodada económicamente, su padre era catalán y su mamá era de origen inglés. Tuvieron tres hijos, dos hijas y Joan que era el segundo. “Era una familia profundamente cristiana que supo transmitir a sus hijos estos valores, Joan los captó y desde pequeñito manifestó una cierta sensibilidad por lo religioso y lo piadoso” asegura el padre Blanquet, Director de la Oficina de las Causas de los Santos de la Archidiócesis de Barcelona y puntualiza que su madre siempre recordó como ya desde la primera comunión “Joan manifiesto deseos de ser misionero para llevar el amor por la eucaristía a otros países y a otros niños como él”.
Cuando Joan ya era joven y estudiaba bachillerato en los Hermanos de la Salle, su padre avaló un préstamo que no fue devuelto y esto supuso un revés económico que llevó a la familia a la ruina. “Se tuvieron que trasladar a El Masnou y esto supuso para Joan un cambio importante porque tuvo que dejar sus estudios diurnos de bachillerato y hacerlo por la tarde y por la noche porque por las mañanas dedicaba su tiempo al trabajo para ayudar a la familia” explica Blanquet. Simultáneamente, en el año 31 se fundó en Cataluña la Federación de Jóvenes Cristianos de Cataluña, “una especie de Acción Católica – dice Banquet – en el que muchos jóvenes de todas las ciudades y pueblos se alistaron a esta federación y recibían una formación sólida cristiana y cuando llegó el momento de la persecución religiosa muchos de ellos, más de un centenar mostraron una enorme fidelidad a Cristo, dispuestos a morir por salvar y acompañar la vida de los sacerdotes y de los cristianos”. De hecho – continúa explicando – “algunos de ellos ya están beatificados, Joan será por lo menos el tercero, pero ya hay más de un centenar en lista esperando el proceso de declaración del martirio”.
En la Federación de Jóvenes Cristianos de Cataluña, Joan al poco tiempo fue nombrado delegado de los «vanguardistas», una veintena de jóvenes de 10 a 14 años, y vocal de la sección de Piedad. “Joan caló hondo a estos jóvenes vanguardistas porque cuando fue martirizado y terminó la guerra en España, ese grupo de niños vanguardistas fueron los que formaron la primera Asociación de Joan Roig pidiendo el inicio del proceso de declaración de martirio de su tutor, de su maestro”.
“DIOS ESTÁ CONMIGO”
La noche del 11 al 12 de septiembre, como cada día, Joan acababa de llegar a su casa cansado, después de una jornada de estudios y trabajo y después de la cena se retiró a descansar. Hacia la madrugada la familia hoyó coches por la calle que circulaban, esto ya había pasado en otros días, habían quemado ya la iglesia del pueblo, también la sede de la Federación, de modo que ya estaban un poco alerta. Aquella noche notaron que los coches se detuvieron en la puerta de su casa y se abalanzaron un grupo de jóvenes de las juventudes libertarias de Badalona llamando a la puerta y Joan abrió.
“Cuando oyó el ruido en la puerta de su casa, antes de salir, Joan comulgó, se apresuró a tomar las Sagradas Formas como viático” asegura el padre Blanquet y continúa: “Entraron a la casa, robaron todo lo que quisieron y después se lo llevaron. En el momento de la detención le dijo a su madre: “Tienes que estar tranquila, God is with me” (Dios está conmigo).
La patrulla de las juventudes libertarias de Badalona, tras varios desplazamientos, lo llevó junto al cementerio nuevo de Santa Coloma de Gramenet, le descargaron del coche y le dispararon cinco tiros al corazón y un sexto en la sien para acabar de rematarlo. Pero él les dijo antes: “que Dios os perdone como yo os perdono”. “Esto lo refirió después uno de los milicianos que estaba presente y que incluso había disparado contra él, de modo que quedó impresionado él y sus compañeros de la endereza y de la serenidad con que Joan en aquel momento tan trágico les dijo estas palabras” relata el padre catalán. Le dejaron allí y el sepulturero se encargó de darle sepultura, pero – señala Blanquet – al ver que era una situación especial le dejó un poco aparte de modo que al día siguiente cuando su madre y sus hermanas fueron para ver dónde estaba enterrado, el sepulturero pudo indicarlo y pudo ser trasladado a un nicho en el cementerio de Santa Coloma”.
La tumba de Juan Roig reposó en el cementerio de Santa Coloma hasta su traslado a la Parroquia de El Masnou.
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