Nº 1353 • AÑO XXVIII
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Vivir en la esperanza de la vida eterna
“Eucaristía no hay más que una”, porque es Cristo quien Se ofrece, es Cristo quien Se da y no hay más que uno (aquí y en Malasia, y en el Tíbet y en Minnesota y en África), no hay más que un Cristo que Se nos ofrece a todos y a cada uno; pero cada uno de nosotros, cuando recibimos a Cristo, somos el centro del universo. La Iglesia, que en el pueblecito más pequeño y recibe al Señor y acoge al Señor en sus vidas, es la Reina del Universo. Esa Iglesia es transformada por la Presencia de Cristo en un pueblo de reyes. Pero, si queréis, en la imagen esponsal, que domina el lenguaje eucarístico y el lenguaje cristiano, hace de la Iglesia la Reina del universo. Y ojalá viviéramos con esa conciencia. (…)
Estamos en un mundo de símbolos. Por desgracia, el sentido de los símbolos hoy son los emoticonos de los móviles o los signos de tráfico, y no tenemos un sentido de que la realidad misma es simbólica, en un sentido mucho más profundo que cuando hablamos de ese tipo de símbolos, que son arbitrarios, creados por los hombres y que no tienen más alcance.
La realidad es simbólica en el sentido de que la realidad es más de lo que es, porque siempre habla del Misterio de Dios. Toda la realidad, desde la hoja de un árbol hasta el vuelo de un insecto o de un ave, hasta el signo más grande de Dios en la Creación, que es el rostro humano; la realidad es simbólica y nuestros gestos son también mucho más de lo que son. Y eso es decir que son simbólicos. No que son una cosita arbitraria que hemos inventado para que nos recuerde otra cosa, sino que son mucho más de lo que son.
La Eucaristía está ya, toda, llena de signos, de símbolos, de realidades que expresan el Misterio grande, el Misterio nupcial de Cristo con Su Iglesia. El Misterio de la Encarnación y de la Pasión, la Resurrección de Cristo y el don del Espíritu Santo. El Acontecimiento de Cristo se re-ofrece, se re-vive, se re-presenta en cada Eucaristía. Y ese lenguaje simbólico tenemos que aprenderlo, como todos los lenguajes.
Como estamos en un mundo positivista, donde la realidad no es simbólica, no remite a nada. La realidad es lo que es y nada más. Yo creo que os dije ya una vez, hace tiempo, que un teólogo amigo mío dice “si las cosas son sólo lo que son, no son nada”. Las cosas son un regalo de Dios y sólo cuando las vemos como un regalo de Dios; sólo cuando las vemos como las delicadezas de Dios para con nosotros, el Don de Dios, la Bondad de Dios con nosotros, la Ternura de Dios con nosotros, es cuando vemos en realidad su realidad. Y es cuando tienen consistencia. (…)
Todo tiene como finalidad que vivamos en la esperanza de la vida eterna, y que sepamos que, mientras vamos de camino, “tu vara y tu cayado nos sosiegan”.
+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada
11 de noviembre de 2020
Iglesia parroquial Sagrario-Catedral (Granada)