Nº 1353 • AÑO XXVIII
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“Francisco, el simpático” (y II)
Simpatía es comprender las necesidades del otro
Ofrecemos la segunda parte de la reflexión que Fray José Daniel Ramos Rocha, OFM compartía sobre la figura de San Francisco de Asís y la simpatía, como modo de vivir la fraternidad con las personas más cercanas y a la luz de la Encíclica Fratelli Tutti, del Papa Francisco.
Casi siempre mi primera reacción ante la palabra “simpático” es la de imaginar un Francisco riendo y cantando en lengua francesa, predicar con ímpetu a las aves y abrazar a un lobo. Mi imaginación inmediata me regala bellas sonrisas de un mismo Francisco de Asís. Momentos brillantes del Francisco simpático son tantos, imposible enumerarlos aquí, pero hemos de decir que su ser “el rey de la juventud” de Asís, –como lo habían titulado sus amigos en su juventud– revela ya esta gran característica de su persona cuando aún Jesucristo no había tocado su vida para la conversión (Vita Seconda di Tommaso da Celano, Fonti francescane 558-559).
Era simpático a todos y centro de los festines porque empatizaba perfectamente con las diversas personalidades de aquellos que lo seguían incondicionalmente al punto que después irán tras él a querer llevar su nada fácil estilo de vida precisamente movidos por la simpatía; de él para con ellos y ellos para con él. Simpatía que solo él sabía dar al comprender las necesidades del otro.
SIMPATÍA ES COMPRENDER LAS NECESIDADES DEL OTRO
Me viene bien traer a la memoria una vez más aquel acontecimiento que las biografías señalan al inicio de la vida de la comunidad nacida en torno a Francisco. Se dice que, cierto hermano (algunos aseguran fue Bernardo de Quintavalle, su primer seguidor) recibía de Francisco un “te amo” todos los días, lo que llegó a hacérsele una costumbre que pronto se convirtió en necesidad.
“Una prueba grande de la simpatía de Francisco, de aquella capacidad de entrar en el otro, conocer su realidad y padecerla en sincronía”
Cuando pasó el tiempo, Francisco tal vez agobiado por las enfermedades y el peso del liderar la comunidad, descuidó este gesto para con dicho hermano. Ocurrió que el sensible fraile entristeció y su comportamiento en la comunidad era notorio para el resto de los miembros aunque no para el santo. Cuando por fin Francisco fue enterado de lo que ocurría, mandó llamar al triste fraile, lo abrazó efusivamente y retomó la costumbre de dar su dotación afectiva diaria a aquel con un sentido “te amo”, actitud a la que en vida no renunció jamás mientras se encontraba cerca de dicho fraile.
FRANCISCO EMPATIZÓ CON EL LOBO PORQUE CONOCIÓ SU SUFRIMIENTO
Tampoco podemos dejar de largo lo que nos narran Las florecillas y lo refuerzan las biografías de la época, la experiencia con el lobo (I Fioretti di san Francesco, Fonti francescane, 1500).
Fue en Gubbio, donde se dio la conversión del lobo asesino. “Francisco dialoga con el lobo, habla con él. Lo amonesta por su comportamiento”. La coincidencia se hace más sólida cuando vemos que el final del acontecimiento viene señalado con el premio de la pacificación de la bestia precisamente con la garantía de ser alimentado y amado por la ciudad a la que agredió.
Este dato aunque conmovedor, es importante ya que nos lleva a pensar que Francisco simpatizó con el animal porque conoció su sufrimiento, su soledad y su dolor por no ser tenido en cuenta por nadie. Garantizarle de ese momento en adelante el alimento corporal y afectivo nos hablan de una solución audaz de alguien que prueba verdaderamente el dolor ajeno (Gubbio-Asís), incomprensible (en la figura de un animal) y mal encausado hacia el daño al otro (su rapacidad, crear terror), simpatía pura la de Francisco, que deja a la ciudad la paz y armonía añorada, sin resentimientos ni posibles venganzas hacia su agresor, pues “la ciudad lo alimentó el resto de su vida.
“Es conmovedor ingresar hoy en día en la ciudad de Gubbio a la pequeña iglesia llamada San Francesco della pace, hoy convertida en museo, y observar la antigua lápida donde se dice fue sepultado el mítico lobo que –según la escritura en latín– ‘fue amansado con el poder de la cruz’ por san Francisco, mejor aún, con el poder de su simpatía”.
“El movimiento empatía-simpatía es ciertamente un itinerario a seguir, punto de partida y llegada para comenzar a ser verdaderos humanos, coherentes cristianos y franciscanos alegres”
SIMPATÍA, AQUELLA CAPACIDAD DE ENTRAR EN EL OTRO
Existe otro dato, donde se describe esta cualidad de Francisco ante las situaciones particulares de los otros. Se dice que en cierta ocasión un fraile de notable edad y experiencia de vida, amigo sabido de Francisco se encontraba dentro de un periodo de crisis espiritual donde, afligido en el alma por tantas sugestiones “del maligno”, se avergonzaba tanto de ir a confesarlos asaltado de la tentación de pensar que los confesores tenían presentes sus recurrentes pecados y sentía su juicio. Por aquellos días el santo acompañado de otro hermano pasaron por aquella región y decidieron visitar a la fraternidad del convento donde habitaba dicho fraile.
En la convivencia y el trato fraterno, Francisco percibió la situación del alma de aquel atribulado hermano y llamándolo a sí le dijo: “Querido hermano, quiero y te ordeno que no te angusties de confesar todo lo que sufres por causa de tus tentaciones. Debes estar tranquilo, pues el maligno no ha hecho ningún daño a tu alma. De hoy en adelante cada vez que te asalte una crisis de angustia o tentación a pecar, recita siete veces el Padre nuestro”. Se dice que el fraile recuperó la tristeza y expulsó por sí mismo toda aquella angustia y vergüenza que lo torturaban y admiró grandemente la santidad de Francisco por haberlo comprendido sin siquiera haber confesado a él cómo se sentía. (Leggenda perugiana, Fonti francescane, 1168-1169).
“Una prueba grande de la simpatía de Francisco, de aquella capacidad de entrar en el otro, conocer su realidad y padecerla en sincronía. Cierto es que, como cristianos admitimos que esta capacidad es un don del Espíritu Santo –las biografías lo señalan en cada narración–, sin embargo no podemos dejar de lado que es también una capacidad humana que algunos logran desarrollar y poner en servicio de otros”.
FRANCISCO, EL SIMPÁTICO
Es claro que San Francisco sigue siendo atrayente a las generaciones actuales, basta pasear un poco por las calles de Asís para darnos cuenta de la atracción que tiene por los jóvenes. Su ejemplo de vida y las acciones concretas de las que tenemos noticia gracias a las fuentes franciscana nos sugieren nuevas formas de acercamiento a las realidades de los otros, sobre todo a aquellos que más necesitan de cercanía.
Francisco en su tiempo fue práctica viva de la invitación que hoy nos hace el Papa Francisco bajo el eslogan de “la Chiesa in uscita” (Iglesia en salida), que no es otra cosa que desempolvar la simpatía donada por Cristo a la Iglesia y descuidada a lo largo de la historia.
El movimiento empatía-simpatía es ciertamente un itinerario a seguir, punto de partida y llegada para comenzar a ser verdaderos humanos, coherentes cristianos y franciscanos alegres. El mundo necesita más personas que empaticen y simpaticen con sus cercanos. Sensibilizarnos ante las situaciones de los otros –sobre todo aquellas más tristes y dolorosas– es el inicio de nuevas civilizaciones fundamentadas en la tolerancia y el respeto que todos necesitamos y que actualmente se exige. El modelo de esta simpatía será siempre el Creador, que quiso, haciéndose creatura, simpatizar para demostrar su amor infinito.
Renato Martínez (Ciudad del Vaticano)
Publicado en Vatican News