8 de noviembre de 2020
1352 • AÑO XXVIII

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Sacramentos de vida cristiana 

La pareja escatológica Cristo-Iglesia

La sumisión no es algo que viene exigido por la condición como tal de mujer, sino como algo propio de todo cristiano, fundamento del nuevo orden establecido por Cristo.

Se trata de imitar a la pareja escatológica Cristo-Iglesia. La mujer debe estar sometida a su marido como a Cristo (Ef 5, 22) y ésta no es una simple sumisión que podría ser degradante, sino que la mujer sometida así a su marido se fortalece porque en su marido encuentra a Cristo mismo. De hecho San Pablo se refiere también a los maridos en términos idénticos de relación Cristo-Iglesia (Ef 5, 25).

Esta relación entre Cristo-Iglesia y esposo-esposa es presentada por San Pablo como un “gran misterio”. “Gran misterio es éste; mas lo digo refiriéndome a Cristo y a la Iglesia. En todo caso, ame también cada uno de vosotros a su mujer como a sí mismo; y la mujer reverencie a su marido” (Ef 5, 32-33).

Para entender este texto hay que recordar el contenido de Gn 2, 21-24, al que recurre San Pablo un poco antes en Ef 5, 31, a propósito de la formación de Eva. Eva es sacada del cuerpo de Adán; por consiguiente, quien ama a su propia mujer se ama a sí mismo, porque ama su propio cuerpo. Y, de hecho, en el versículo 31 de Efesios San Pablo cita Gn 2, 24: “Serán los dos una sola carne”.

Para San Pablo, el gran misterio es la pareja humana tal y como es considerada por la Escritura en el Génesis. San Pablo afirma, pues, el valor de la pareja humana en sí misma. Pero ve en ella una especificidad cristiana, aun manteniendo el valor humano de la misma; la dimensión “misteriosa” de la pareja humana en sí no tiene ya solamente como origen la pareja tipo Adán-Eva sino también la pareja escatológica Cristo-Iglesia. Este parece ser el sentido obvio de Efesios 5, 32. Y de esta unión vital Cristo-Iglesia participan todos los esposos cristianos, que son respectivamente miembros entre sí: “somos miembros los unos de los otros” (Ef 4, 25). Este misterio es, pues, grande con respecto a las parejas no cristianas, y los esposos cristianos están ontológicamente más unidos entre sí que las demás parejas, las cuales están modeladas simplemente sobre la pareja Adán-Eva.

Podríamos formular en tres puntos una teología paulina sobre el matrimonio, inspirada en la relación Cristo-Iglesia:

  1. El varón y la mujer deben amarse recíprocamente como Cristo ama a la Iglesia, y este amor implica dar su vida por el otro, entregarse por el otro.
  2. La fidelidad recíproca varón-mujer se enraíza en la fidelidad de Cristo a la Iglesia (Cristo no abandona a su Iglesia) y en la fidelidad de la Iglesia a Cristo (la Iglesia no va en busca de otro Dios y Señor).
  3. Si Cristo construye a la Iglesia y la hace crecer, del mismo modo deben construirse recíprocamente el marido y la mujer en la vida cotidiana, en los designios o elecciones decisivas y en la transmisión de la vida. 

Ignacio Fernández González
Sacerdote diocesano