8 de noviembre de 2020
1352 • AÑO XXVIII

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“Francisco, el simpático” (I) 

Una forma de vivir la fraternidad

Fray José Daniel Ramos Rocha, OFM, comparte una reflexión sobre la figura de San Francisco de Asís y la simpatía, es decir, una forma de vivir la fraternidad en un mundo que necesita más personas que empaticen y simpaticen con sus cercanos. A la luz de la Encíclica Fratelli tutti, es importante sensibilizarnos ante las situaciones de los otros; es el inicio de nuevas civilizaciones fundamentadas en la tolerancia y el respeto que todos necesitamos y que actualmente se exige.

“San Francisco en su tiempo fue práctica viva de la invitación que hoy nos hace el Papa Francisco bajo el eslogan de ‘la Chiesa in uscita’ (Iglesia en salida), que no es otra cosa que desempolvar la simpatía donada por Cristo a la Iglesia y descuidada a lo largo de la historia”, lo escribe Fray José Daniel Ramos Rocha, OFM, Vice-párroco de la Parroquia de la Santa Cruz de Tívoli, Italia, en la reflexión que comparte con Vatican News sobre la figura del poverello de Asís a la luz de la nueva Encíclica del Santo Padre, Fratelli tutti, publicada en la fiesta litúrgica del patrono de los animales y el medio ambiente.

HACERNOS PEQUEÑOS PARA SER FELICES
El Religioso franciscano tomando como punto de partida las palabras que pronunció Monseñor Mauro Parmeggiani, Obispo de Tívoli, durante la Misa solemne de la fiesta de San Francisco de Asís, “la misma que giraba sobre la idea de un Francisco no realizado en sus ideales sueños caballarescos”, hacen pensar en la figura de un “Francisco fracasado”; pero al mismo tiempo, “la idea de su sumisión consciente, su entrega total y su propuesta llamativa para los jóvenes, sobre todo los de hoy, hambrientos y mendicantes de lo que pueda tener sentido en la vida, hacen pensar en un Francisco, simpático”. Sobre todo en estos días que el Santo de Asís y lo franciscano están tan en boga por motivo de la nueva Encíclica del Papa Francisco: Fratelli tutti. “Por su invitación siempre constante a hacernos pequeños para hacernos felices –afirmó Monseñor Parmeggiani– es por lo que Francisco nos es atractivo, nos es simpático”.

EL YUGO DE CRISTO
La palabra “simpático” es ciertamente muy usada por todos. Es el lenguaje común. Pero su significado va muchos más allá de una cierta proclamación de agrado sobre una persona o una situación, o un calificativo contrapuesto a lo desagradable. Mucho más, cuando lo adjuntamos al poverello de Asís a manera de adjetivo, de descripción de su personalidad siempre atrayente y fascinante. Hablando sobre el “yugo” que ofrece Jesucristo a todos aquellos que se sienten cansados y agobiados por este mundo, el Obispo de Tívoli apuntó: “No es cualquier yugo, sino Su yugo, o sea el Amor”. Haciendo un paragón notable entre lo negativo y desagradable de lo que se entiende por yugo como instrumento de la ganadería para la sumisión al trabajo de los animales de servicio.

“Resaltando sobre todo, que el yugo de Cristo no deja de ser una carga, algo que se lleva encima e invade a toda la persona, pero que es carga e invasión de un amor verdadero que –en contraposición– hace liviano el caminar y agradable el paso por este mundo”. 

LA SUMISIÓN ALEGRE A LA VOLUNTAD DE DIOS
Cuando se entra a la Basílica inferior de San Francisco en Asís, inmediatamente sobre el techo altar mayor se encuentran los inigualables frescos del Maestro Delle Vele, formado a los pies del mítico Giotto, el “pintor de san Francisco”, que describen bellamente los votos franciscanos. Exactamente a la derecha se encuentra el fresco que escenifica el voto de la obediencia. Es un hombre pequeño (lo más probable San Francisco) que voluntariamente se está colocando el yugo de Cristo para significar la sumisión alegre a la voluntad de Dios y de los superiores.

Hay en la escena figuras humanas y angélicas que fungen de testigos, mientras que un centauro (figura de la humanidad-animalidad juntas, símbolo de la voluntad) se le ve en estado notable de bastante molestia. La escena sublime remite a un mensaje claro: la obediencia perfecta en la tierra integra al hombre y lo hace ciudadano celestial aun viviendo en este mundo. Lo hace simpático a Dios y a los hombres.  

LA EMPATÍA
Para Fray Daniel Ramos, es la simpatía, la característica que llama poderosamente su atención de entre todas las que conocemos del poverello. Para darle a este atributo
(tan humano y espiritual) una atención considerable, hemos de anteponer otro recurso auxiliar; la empatía. “Según Edith Stein (filósofa alemana 1891-1942), la empatía es el conocimiento inmediato del yo ajeno, del otro, del alter ego del que yo tengo una propia experiencia. Este elemento cognoscitivo (de conocer) será el primer paso para llegar a tener una verdadera experiencia del prójimo. Siendo, para Stein, un paso cognoscitivo, se debe entender como totalmente diferente del elemento afectivo que también nos pone en relación estrecha con el otro. 

La empatía es, pues, el fundamento cognoscitivo desde el cual es posible un conocimiento afectivo de la otra persona”. En otras palabras, yo empatizo cuando conozco la realidad del otro, su manera de pensar, vivencias, ideales, sueños o frustraciones. El planteamiento de Edith Stein nos ofrece ya una base. Sin embargo, requerimos algo más que conocimiento para mirar mejor a Francisco. 

LA SIMPATÍA
Del mismo modo, según el Fraile franciscano, Max Scheler (filósofo alemán 1874-1928) desarrolló un planteamiento de esta experiencia de conocimiento-relación con el otro que va más allá de esta aproximación empática, a la que consideró insuficiente para dar cuenta de la experiencia profunda del otro. Según su teoría, la simpatía (führer), a la que entiende como el fenómeno humano del “contagio de emociones y sentimientos” (nos alegramos –por ejemplo– en una reunión donde sólo hay gente alegre y positiva, gente que amamos y nos ama) es la que nos lleva a la comprensión cognoscitiva y afectiva del otro, a una experiencia vivencial de lo experimentado en mi prójimo, independientemente si hay algún vínculo afectivo o no.

Esta experiencia es para Scheler la verdadera simpatía (Mit-führer), el sentir-con o también co-sentir. El filósofo lo explica así: “Aquellas experiencias que nos son inmediatamente comprensibles y conocidas de otros seres pero en las cuales participamos”. Vemos hasta aquí el binomio irrompible empatía-simpatía, la necesidad de la una a la otra.

Renato Martínez (Ciudad del Vaticano)
Publicado en Vatican News