25 de octubre de 2020
1350 • AÑO XXVIII

INICIO - Signo y Gracia

Sacramentos de vida cristiana 

El matrimonio en el Nuevo Testamento 

 

En el Evangelio nos vamos a encontrar con una expresión de Jesús que no sabemos si llamarla misteriosa o idílica o encantadora. El mismo Jesús se va a dar el calificativo de Esposo.

CRISTO-ESPOSO EN LOS EVANGELIOS
El matrimonio desde el punto de vista cristiano es signo de las bodas de Cristo con la humanidad. El Antiguo Testamento habla ya del amor de Dios a su pueblo como de un amor que no desfallece. Y el Nuevo Testamento presenta a Cristo como el Esposo que llega para celebrar sus bodas con la humanidad. No son raras las alusiones simbólicas que hacen los escritos del Nuevo Testamento a las bodas de Cristo con la humanidad. Mateo narra la parábola del rey que celebra el banquete de bodas de su hijo (Mt 22, 2-14) y de las vírgenes necias y prudentes que esperan al novio (Mt 25, 1-13). Cristo aparece a veces en los Evangelios como el novio esperado (Jn 3, 29) o ya presente por el que los invitados a la boda celebran fiesta (Mt 9, 15; Mc 2, 19-20), Y el libro del Apocalipsis contempla como una realidad futura, ansiada por el Espíritu y la novia, el banquete de bodas del cordero (Ap 19, 7-9; 21, 2.9; 22,17).

A través de la imagen de las bodas se expresa el mensaje central de los Evangelios: la llegada de aquel en quien se cumplen las promesas divinas, que viene a sellar con su propia sangre la alianza de Dios con su pueblo, que trae la paz y la reconciliación para todos los pueblos, que convoca a todos al banquete celestial.

Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, es el Esposo. En cuanto hombre sí es “ayuda adecuada”, semejante. Es el Esposo anunciado por los profetas y la ayuda adecuada prometida por Dios en el Génesis. Ante la soledad del hombre, Yahveh Dios había dicho: “Voy a hacerle una ayuda adecuada” (Gen 2,18). Pues bien, ya está aquí: Cristo es el Esposo dado por el Padre, que nos invita a las bodas de su Hijo. Porque el Verbo se ha hecho “carne” (Jn 1,14), todo hombre puede gritar jubiloso: “Este sí que es carne de mi carne y hueso de mis huesos” (Gen 2,23).

Comparando el uso que se hace de esta imagen en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, podemos notar que en el Antiguo la imagen resalta fundamentalmente la fidelidad de Dios hacia su pueblo, mientras que en el Nuevo destaca el hecho de la celebración de las bodas, de la llegada del novio y del esposo para encontrarse con aquellos que esperan su venida. La imagen tiene siempre en cuenta el amor de Dios a su pueblo, pero en un caso para mover a la conversión, para inspirar la confianza en el Dios de las promesas, y en el otro para anunciar las bodas del hijo del rey, que invita a la fiesta y a celebrar con alegría el banquete del reino. 

Ignacio Fernández González
Sacerdote diocesano