11 de octubre de 2020
1348 • AÑO XXVIII

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María José de la Plata

Un “alma misionera” desde Granada a África

 

María José de la Plata es religiosa calasancia y desarrolla su misión a través de la educación en Camerún donde la congregación cuida de una pequeña casa hogar donde acogen a 14 niñas de entre 4 y 16 años.

Hace 26 años que salí de mi pueblo, Loja, movida por una fuerte, profunda y sincera experiencia de Dios, a la que trato de responder desde entonces y hasta el día de hoy con sencillez.

La certeza de la presencia y la mirada de Dios sobre mí y la convicción, heredada de mi familia, de que la educación puede renovar la sociedad y promover el bien de los pueblos, me llevaron a ser religiosa calasancia.

Abierta a todo lo que se me propusiera, con el deseo de compartir con otros la experiencia de saberme mirada y amada por el Señor, he desarrollado mi misión en diferentes lugares de Andalucía: Martos, Sanlúcar de Barrameda, Chipiona y Sevilla, trabajando en la educación y pastoral entre niños y jóvenes.

Como recoge la canción Alma misionera, le dije al Señor: “Llévame donde los hombres necesiten tus palabras, necesiten tus ganas de vivir, donde falte la esperanza, donde falte la alegría, simplemente por no saber de ti”. Ese fue y es mi deseo: llevar al Señor a todos los que no lo conocen, que otros puedan experimentar la inmensa alegría que yo siento al creer en El.

 Dispuesta y disponible para ir allí donde se me necesitara, siempre ha habido en mí el deseo de vivir de un modo más sencillo y entre aquellos que pasan más necesidad; una inclinación hacia la búsqueda de la promoción social y de la defensa de la justicia y derecho de todos. Ese deseo se hizo realidad hace dos años cuando mi Congregación me envió a Camerún, a la comunidad que las religiosas calasancias tenemos en Futru (Bamenda).

La labor misionera que realizamos en Futru es muy bonita y sencilla a la vez. Desde nuestro carisma calasancio, somos llamadas a trabajar por la promoción de la mujer y a renovar la sociedad a través de la educación, siempre sabiéndonos miembros activos y enviadas por la Iglesia. 

Tenemos la casa de formación, donde residen las aspirantes, postulantes y novicias. Durante estos años reciben formación a nivel humano y religioso. Es un tiempo para descubrir si Dios las llama a vivir nuestro carisma calasancio.

Animamos también una pequeña escuela infantil donde educamos a unos 250 pequeños cada curso. Tratamos de hacernos pequeñas con los pequeños, educándolos en sus primeros años. 

Dirigimos un centro de promoción de la mujer donde acuden chicas de diferentes edades y formación, teniendo, algunas de ellas, necesidades educativas especiales. En el centro reciben clases de costura y bordado, inglés, deporte, formación humana y cristiana. Trabajan haciendo uniformes y diferentes manualidades: bolsos, zapatillas, gorras. El centro es como si segunda casa, un espacio donde pueden compartir sus dificultades y sus alegrías, expresarse y sentirse libres. En una sociedad, donde la mujer cuenta y vale muy poco, tratamos de hacerlas crecer en su autoestima y en el reconocimiento de su dignidad como personas.

Regentamos también una pequeña casa hogar que acoge unas 14 niñas de edades comprendidas entre 4 y 16 años. Son niñas cuyas familias tienen dificultades económicas para garantizarles su educación. Familias que viven lejos, en el bosque, o están desestructuradas. Yo creo que las niñas despiertan en nosotras la ternura y la maternidad que todas llevamos dentro. Paso los domingos con ellas pintando y coloreando: disfruto escuchándolas practicar la lectura en alto por las tardes.

Desde 2016, Camerún vive un conflicto socio-político en la zona de habla inglesa, donde las religiosas calasancias desarrollamos nuestra misión. Abogados, profesores, marcharon en señal de protesta por la imposición creciente del francés y otros agravios; sobre todo, en el desarrollo, oportunidades ofrecidas y derechos respetados. Se han sucedido huelgas generales con muertos y heridos; niños y jóvenes perdieron el año escolar completo; el gobierno interrumpió durante meses las conexiones de teléfono e Internet. Ante este hecho, una parte de la población proclamó simbólicamente el estado de Ambazonía, que comprende toda la zona anglófona el 1 de octubre de 2017.

A partir del 2018, tras las fraudulentas elecciones, el conflicto se ha intensificado con ataques de ambas partes, tanto de las milicias insurgentes, que han matado a decenas de gendarmes y soldados, como de las fuerzas gubernamentales, que han violado y masacrado a cientos de personas y han quemado aldeas enteras. En este curso 2019-2020 la vida había vuelto a una relativa normalidad, con las acostumbradas huelgas de los lunes sin ningún tipo de movimiento ni actividad escolar; normalidad que se ha vuelto a ver truncada por la pandemia del coronavirus que azota a todo el mundo.

Creo que en Futru, dada la situación socio-política que vive la zona anglófona, somos signo de esperanza para las familias que buscan una buena educación para sus pequeños; somos signo del amor y de la presencia de Dios entre las niñas del hogar y las chicas del centro. Cada día que abrimos el colegio y el centro, con su correspondiente riesgo, ofrecemos esperanza y confianza en Dios en este rincón del mundo. 

Durante el confinamiento que el Gobierno camerunés decretó por el COVID-19, cerramos el centro de promoción de la mujer. Pero decidimos mantener a las niñas del hogar con nosotras.

En el cierre obligado de colegios y centros de educación secundaria, religiosas y formandas hemos ofrecido a las niñas: clases, actividades educativas y lúdicas; paliando en alguna medida las consecuencias de este cierre que, para la parte inglesa de Camerún, ha sido como llover sobre mojado.

Volvimos a abrir el centro en julio con el riesgo y la incertidumbre, pero con el deseo de responder a las necesidades de acompañamiento y promoción de las chicas y mujeres. 

Miramos con la misma incertidumbre, que otros países, el comienzo de las clases en septiembre con la esperanza de poder continuar nuestra labor. Doy gracias al Señor por estar aquí, por su llamada y envío a través de mi congregación.

Yo creo que mi vocación misionera nace del corazón propio de nuestro carisma calasancio, que siempre ha de ser vivido y desarrollado desde la apertura, la disponibilidad y la universalidad. Y de su finalidad: la renovación de la sociedad a través de la educación.

Como cristianos, todos somos misioneros, todos somos invitados y llamados a decir como Isaías, “aquí estoy, envíame”. En cada lugar. En cada pueblo o ciudad. En cada país.

Dios cuenta con cada uno de nosotros para hacer realidad su proyecto de amor y de promoción humana, su Reino de amor y justicia.

Granada Misionera