06 de septiembre de 2020
1343 • AÑO XXVIII

INICIO - Editorial

“Sólo en Jesucristo está la posibilidad de una plenitud humana verdadera”

Somos hijos de Dios, formamos un solo Cuerpo. La lógica del mundo moderno es la lógica de los intereses. Era Adam Smith el que decía “yo no espero que el carnicero o el panadero me sirvan bien por caridad o por benevolencia, espero que piensen bien en su interés y que, de esa manera, es como me sirven bien”. Y un filósofo del siglo XX, Max Weber, decía que “el hombre que no obra buscando su interés no obra de manera racional”. Buscar el interés era lo más racional. Pues, lo que hemos aprendido del Señor es lo contrario. No que no haya intereses legítimos, sin duda, pero a obrar bien porque vivimos en la Presencia de Dios, porque estamos hechos de Dios y todas las cosas están hechas de Dios y ese es el mejor motivo para vivir bien.

Una sociedad que funciona movida sola por sus intereses es una sociedad condenada a muerte, agonizante, y lo vemos. Eso hoy se ve. En el tiempo de Adam Smith, no se veía con tanta claridad. Y pueden ser los intereses de un grupo, de un partido, de lo que sea, pero cuando se buscan intereses no se busca la verdad, no se busca el bien, no se busca la belleza, no se busca el mundo que nace del designio de Dios y que, en el fondo de nuestro corazón, todos deseamos.

El mundo moderno se rige por la lógica de los intereses, ha elevado a los alatares la lógica de los intereses y nosotros creemos en la comunión de los santos. Le pedimos al Señor la comunión de los santos, que siempre es un don de Dios. Hasta la comunión en el seno de un matrimonio es don de Dios, no lo olvidéis. Un milagro de Dios. Un don de Dios que hay que pedir, que hay que pedir todos los días, porque hay tantas cosas que tienden a que rompamos la comunión. Aparecen siempre los intereses, que son la envidia, que son el egoísmo, que son todas las pasiones; el sentir de la carne. Sin embargo, el Espíritu de Dios nos hace funcionar con otra lógica. ¿Cuál es esa lógica? San Pablo la explicará: la lógica del cuerpo. Los miembros del cuerpo no buscan su interés. Es verdad que si uno ve que una piedra viene, el cuerpo, los pies se apartan o así…, pero se apartan por el bien del cuerpo. Si algo va a caer en mis ojos, las manos acuden inmediatamente. No dice la mano “igual me hago daño, que le pase al ojo lo que me pase a mí no me importa”. Esa lógica del cuerpo, que es una lógica del bien común. Todos nosotros, hijos de Dios, formamos parte del mismo cuerpo, porque poseemos el mismo Espíritu, el Espíritu de Jesucristo, que nos hace hijos de Dios, hijos en el Hijo.

Sólo en Jesucristo está la posibilidad de una plenitud humana verdadera. Digo “plenitud humana”, es decir, algo capaz de saciar los anhelos más hondos de nuestro corazón, nuestros deseos más verdaderos; algo capaz de hacernos vivir en la alegría, en la acción de gracias, ser felices, en definitiva.

Que el Señor nos conceda ese don y que no deje que se multipliquen o crezcan o les dejemos cabida en nuestros corazones a lo que divide. En las familias, entre los vecinos, en la vida de la Iglesia, de una manera o de otra.

+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada

2 de septiembre de 2020
S.I Catedral de Granada
(Extracto de la homilía del 2 de septiembre de 2020)

Escuchar homilía