26 de julio de 2020
1341 • AÑO XXVIII

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Sacramentos de vida cristiana

Fundamento cristiano de la Unción

El texto de la carta de Santiago, que sirve de fundamento e inspiración de la práctica cristiana de la unción de los enfermos, refleja con claridad la actitud de la Iglesia ante el enfermo creyente, que ofrece el alivio en su dolencia y, en la medida en que lo necesite, el perdón de sus faltas.

Enfermedad y pecado, mal del cuerpo y del espíritu, son objetos al mismo tiempo de la caridad y mediación de la Iglesia, en cuanto afectan a uno de sus miembros.

Entra dentro del plan providencial de Dios el que el hombre luche ardientemente contra cualquier enfermedad y busque solícitamente la salud, para poder seguir desempeñando sus funciones en la sociedad y en la Iglesia, con tal de que esté siempre dispuesto a completar lo que falta a la Pasión de Cristo para la salvación del mundo. La fe en Cristo tiene la fuerza de transformar nuestros sufrimientos y enfermedades, al sentirnos miembros de su Cuerpo, continuadores de su Pasión y cooperadores de su Redención. Porque sabemos que Él ha triunfado de la muerte y que es capaz de comunicar su energía vivificadora a todo nuestro ser, corporal y espiritual (cfr. 1Ts 5,23).

Por eso, la unción está destinada a los que se encuentran seriamente afectados por la enfermedad y no preferentemente a los moribundos. En esta situación de prueba y ansiedad el hombre necesita verse robustecido con el sacramento de la Unción y ayudado con la gracia del Espíritu Santo para vencer las tentaciones, superar la precariedad que toda enfermedad implica y cooperar con la pasión de Cristo. Por eso este sacramento otorga al enfermo la gracia del Espíritu Santo con lo cual el hombre entero es ayudado en su salud, confortado por la confianza en Dios y robustecido contra las tentaciones y la angustia de la muerte.

El efecto propio de la unción es el alivio del enfermo, como gracia del Espíritu Santo. Pero no es la debilidad espiritual como tal la que caracteriza específicamente la enfermedad; todo cristiano está afectado por ella, ya que todos somos pecadores. Lo que constituye la originalidad de la situación patológica es la ampliación de esta debilidad espiritual.

Por tanto, la unción remedia la debilidad espiritual del enfermo en cuanto ampliada por la situación patológica o por la vejez. La debilidad espiritual significa la precariedad de la comunión del hombre con Dios y con los demás, comunión que se realiza por el organismo teologal: fe, esperanza y caridad. La Unción confiere, pues, al enfermo el mantenimiento y consolidación de su comunión con Dios, es decir, de su vida teologal, gravemente comprometida por la prueba que significa la enfermedad. Es éste el sentido que tiene la expresión: el sacramento de la Unción alivia y fortalece.

Ignacio Fernández González
Sacerdote Diocesano