12 de julio de 2020
1339 • AÑO XXVIII

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Escuela San Gregorio de Elvira

La educación de los laicos que madura en la comunión eclesial

Alumnos de la San Gregorio de Elvira en una de sus reuniones antes del confinamiento.

 

La Escuela San Gregorio de Elvira hace balance del curso 2019/2020, marcado por el entusiasmo de los alumnos, pero también por un último cuatrimestre llevado adelante con clases virtuales tras la pandemia. Los profesores y alumnos nos transmiten su experiencia de primera mano.

Esta escuela, que nació hace casi treinta años para dar ayudar en la formación teológica y pastoral especialmente de los laicos, ha vivido un curso lleno de intensidad y novedad.

El curso consiste en un trienio básico de formación que se imparte una vez a la semana por las tardes en el colegio Virgen de Gracia. Estas clases comienzan siempre con un tiempo de oración comunitaria seguido de dos sesiones del curso. Además, la Escuela San Gregorio de Elvira cuenta con varios cursos monográficos que se ofrecen para aquellos que han concluido el trienio. En ellos se tiene ocasión de seguir profundizando en algunas cuestiones básicas como el conocimiento bíblico, la importancia de los laicos o sobre historia de la Iglesia.

En esta ocasión la San Gregorio de Elvira ha contado con un total de unos 60 alumnos, distribuidos entre los que cursan el trienio básico y los cursos monográficos.

CRECIENDO EN FORMACIÓN Y EN COMUNIÓN ECLESIAL
El curso arrancó marcado por la preparación del Congreso Nacional de Laicos de febrero, sirviéndose como hilo conductor esa invitación a descubrirse como “bautizados y enviados”, siguiendo el lema que el Papa propuso en octubre con el Mes Misionero Extraordinario. “Hemos querido que ese fuese el motivo que aglutinara el sentido de experiencia eclesial de este tiempo” explica el director de la escuela, D. Blas Gordo. “Esas claves han constituido ese hilo conductor que ha ilusionado mucho a los alumnos y les ha hecho participar por grupos de parroquias”.

Una de las alumnas de primer año, Elena Pérez, nos compartía su satisfacción y alegría tras haber disfrutado mucho de las asignaturas y, en especial, de la convivencia y unidad entre todos los participantes. “Esa oración conjunta con la que comenzamos las clases une mucho, leemos el Evangelio, cantamos y cada uno abre un poco su corazón realizando sus peticiones o reflexiones. Todo eso después junto a la convivencia de la clase, los momentos que tienes para conocer gente nueva, crea una unión entre todos que hace que yo desee que llegue el martes”, comenta.

Lo que este en este curso se ha vuelto a evidenciar es la vocación de la escuela por ayudar a los alumnos a crecer en la comunión eclesial, a lo que también ayudan los retiros que se realizan una vez por cada cuatrimestre. “La escuela no es solamente formación, sino que a través de oraciones y convivencias compartimos más que formación. Lo que nos une es la capacidad de aprender cosas diferentes de otra sensibilidad de dentro de la Iglesia. La mayor parte de la gente nos conocemos desde hace años y formamos un grupo muy heterogéneo”, dice Samuel Cantarero, alumno de los cursos monográficos que lleva seis años vinculado a la escuela.

“Este curso nos ha servido para darnos cuenta de que, por la falta de vocaciones en la Iglesia, los laicos tenemos que tener una participación más activa. Antes las personas consagradas podían llevar quizás más el peso de la Iglesia en sí, ahora te das cuenta de que el laico tiene que dar un paso de compromiso”, concluye Cantarero.

EL CUATRIMESTRE VIRTUAL
Durante el segundo cuatrimestre la escuela tuvo que enfrentarse a las dificultades a las que obligó el confinamiento, perdiendo de facto tres meses de clases. Los profesores se pusieron manos a la obra y el 12 de mayo comenzaron a dar un par de horas del curso por videoconferencia. Se llevaron a cabo clases de una hora para el curso del trienio, intercaladas con un rato de oración, y seguidas de otra hora para los del curso monográfico.

Tras esas semanas de incertidumbre, alumnos y profesores retomaron el curso con mucha ilusión. “Ha sido una experiencia bonita de poder ir más allá de las dificultades y luego de la experiencia de ver que hay hambre”, sostiene el director de la Escuela San Gregorio de Elvira. “Yo lo viví como una vuelta al cole”, reconoce también Elena Pérez, “sobre todo por esa ilusión de volver a vernos, aunque fuese sea a través de las pantallas”. Estos encuentros por videoconferencia no le impidieron al grupo el poder rezar, compartir e incluso cantar en comunidad, aunque fuese durante ese cuarto de hora entre clase y clase, ayudados por la guitarra de D. Blas. 

Afrontado este curso complicado, los profesores y alumnos de la San Gregorio de Elvira se despidieron en la ceremonia de envío ya para el curso que viene, con la confianza de que existe la motivación y las ganas de seguir adelante pese a las dificultades, en este camino de maduración en la fe y en la comunión de la Iglesia.

Ignacio Álvarez