12 de julio de 2020
1339 • AÑO XXVIII

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“La preciosa vocación a la que el Señor
nos ha llamado a cada uno de nosotros”

“No deis lo santo a los perros”. ¿Qué es lo santo? Vosotros. Vuestras vidas, vuestras personas. No las tiréis. Son un don de Dios precioso. Es el don más grande que el Señor nos ha hecho (…), la obra que el Señor ha puesto en nuestras manos, que, además, es una obra santa, por el hecho de haber sido creados, como seres humanos; hemos sido creados para Dios, merece la pena que sea lo más bella posible. Por la Gloria del Señor, que pueda gloriarse y disfrutar con nosotros, y por nuestro gozo, porque no hay obra de arte tan bella, ni tan importante, ni tan decisiva, como nuestra propia vida. Lo que el Señor nos dice es que no la malgastemos.

Y tiene que ver con lo de la puerta estrecha que dice el Señor, porque lo de la puerta estrecha no se refiere a si son muchos o pocos los que se salvan. No se refiere a que sean pocos los que van a salvarse. Se refiere a que muchas personas echan lo santo a los cerdos. Me explico. Yo, en mi corta vida y en el mundo que me ha dado el Señor conocer en mis años de experiencia, soy consciente de que hay muchas personas que llegan a la vejez o a la muerte sin haber experimentado nunca un amor verdadero. Porque todas las formas de amor que han conocido son interesadas, son mediocres, son de poco valor, que corresponden poco a la belleza de la vocación que Dios nos ha dado. Es una puerta estrecha. Son pocos los que la encuentran. A veces, porque no tiene uno modelos en los que fijarse y entusiasmarse, y a los que seguir. Otras veces, normalmente por esto primero. Otras veces porque uno está demasiado solo y la obra de arte en nuestra vida no se hace mas que en común, con amigos, de la mano de otras personas, en una comunidad cristiana, con personas que no hace falta que vivan en común, pero sí hace falta no estar solo en la vida. Y hemos empezado aceptando con mucha facilidad, empezando por los cristianos, el individualismo de nuestra sociedad y nos creemos que podemos hacer una vida bonita y bella viviendo solos. No. No se hace.

El modo de preservar la santidad de nuestra vida, de no echar a los cerdos ese tesoro que somos cada uno requiere las comunión de los santos. Y que la comunión de los santos no sea una palabra bonita que decimos en el Credo cada domingo, sino que sea de alguna manera la experiencia que nos sostiene. Necesitamos una comunidad que nos acompañe en el camino de la vida. En solitario no damos con la puerta. Nos terminamos creyendo que somos nosotros los que hacemos nuestra santidad y no. La santidad es un don de Dios, que se da donde está la Presencia de Dios. ¿Y donde está la Presencia de Dios? “Donde dos o más están reunidos en Mi nombre”. Por lo tanto, para hacer una comunidad cristiana hace falta por lo menos dos.

Mis queridos hermanos, el Señor nos provoca. Cuando hablamos de que esto es un discurso moral o un contenido moral, enseguida estamos pensando en obligaciones. No. La moral no está hecha de obligaciones. (…) El Señor lo que nos pone siempre delante es nuestra vocación y nos reta, nos desafía; desafía nuestra libertad a que vivamos la preciosa vocación a la que el Señor nos ha llamado a cada uno de nosotros.

+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada

Extracto de la homilía el 23 de junio de 2020
S.I Catedral de Granada

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