5 de julio de 2020
1338 • AÑO XXVIII

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El transporte y la movilidad 
LII Jornada de responsabilidad en el tráfico

Creadores de trabajo y contribución al bien común

“Conducir,  y  conducir bien,  es  un modo de  ejercitar el sentido de responsabilidad y la caridad, es un acto moral; implica,  como decíamos  en  el mensaje del año pasado,  que ‘no hagas a nadie lo que tú aborreces’”. Extracto del Mensaje de los obispos del Departamento de Pastoral de la Carretera, de la CEE, con motivo de la LII Jornada de Responsabilidad en el tráfico, que en la Iglesia celebramos el 5 de julio, fiesta de san Cristóbal, patrón de los conductores. El lema de este año es Jesús recorría las ciudades y los pueblos (Mt 9,35). El transporte y la movilidad: creadores de trabajo y contribución al bien común.

Ser buen conductor no es alardear de ello con arrogancia  y sin rubor, y mucho menos si se pretende humillar, como a veces sucede, a algún compañero. La prepotencia y el orgullo  no son buenos compañeros de viaje. El verdadero compañerismo, en la profesión o en la empresa, se construye sobre el servicio, la humildad y la ayuda mutua. 

“Pasar haciendo el bien”,  a pesar  del estrés y la tensión  que conlleva  a veces el trabajo, no es fácil; pero tampoco imposible si uno se empeña, cada día, en ser “artesano del bien común”.

Conducir,  y  conducir bien,  es  un modo de  ejercitar el sentido de responsabilidad y la caridad, es un acto moral; implica,  como decíamos  en  el mensaje del año pasado,  que “no hagas a nadie lo que tú aborreces”.

La vida y la salud física, son bienes preciosos confiados por Dios. Debemos cuidar de ellos racionalmente teniendo en cuenta las necesidades de los demás y el bien común.

Todos somos testigos de cómo “la mucha prisa” genera nerviosismo y se traduce, si falta el autocontrol, en intemperancias, insultos   o en adelantos peligrosos que ponen en riesgo la propia vida y la de los demás. Tengamos presente  lo que  nos decía el papa Francisco, advirtiendo de cómo  el escaso sentido de responsabilidad está causado "por unas prisas y una competencia asumidas como forma de vida que convierte al resto de conductores en obstáculos".

“La forma en que conducimos es una expresión de nuestra bondad”; lo es el autocontrol, no la ley de la selva. “El deber de justicia y caridad, dice el Concilio Vaticano II, se cumple contribuyendo cada uno al bien común, según la propia capacidad y la necesidad ajena … sin subestimar las normas de circulación”. A este respecto, en la oración a Nuestra Señora de la Prudencia, le pedimos: “Guía mi camino por el cumplimiento de las normas de tráfico” y al final, refiriéndose a san Cristóbal, patrono de los conductores, continúa: “Ayúdame a conducir con responsabilidad y en las debidas condiciones, no por temor a la multa, sino por amor a Dios y respeto a mi prójimo”.

LA VIDA, EL DON MÁS PRECIOSO
Y es que “La vida y la salud física, son bienes preciosos confiados por Dios. Debemos cuidar de ellos racionalmente teniendo en cuenta las necesidades de los demás y el bien común”. A la luz de estas palabras del Catecismo de la Iglesia Católica, podemos entender lo importante que ha de ser para todos los conductores la corresponsabilidad y alcanzar la total seguridad vial en nuestras carreteras. Conseguir este fin es tarea de todos.

El tráfico es una realidad de la vida de cada día y sus efectos sobre la vida de muchas personas pueden ser dramáticos, pues éstos, como nos dicen los expertos, se deben a menudo a errores humanos: velocidad excesiva, adelantamientos prohibidos, no respeto de las señales de tráfico, exceso de alcohol, etc. Estos dramáticos hechos no pueden dejar indiferentes a nadie, sino, como dice el papa Francisco: “Nuestro mundo ve cómo se multiplican los movimientos, por lo que una movilidad eficiente y segura se ha convertido en una exigencia primaria e imprescindible para una sociedad desarrollada que asegura el bienestar de sus miembros”.

En España, durante los últimos años, vemos con agrado que los accidentes graves de circulación, así como los muertos en carretera, van disminuyendo, pero sigue habiendo demasiado dolor y muerte. Con un mayor empeño de todos, podemos evitarlo en gran medida.

Respetemos las normas de tráfico no por miedo, sino por convicción. El papa Francisco ha apuntado, en alguna ocasión, que entre las funciones más importantes de la policía de tráfico “está la de perseguir las infracciones de las normas de tráfico, así como prevenir los accidentes”. Junto a las sanciones, ha pedido “acción educativa que dé mayor conciencia de las responsabilidades que se tienen cuando se viaja”. En su opinión, "para incrementar la seguridad no bastan las sanciones, sino que se necesita una acción educativa que conciencie más sobre las responsabilidades que se tienen sobre quienes viajan al lado". ¿Pensamos alguna vez con calma, sobre la grave responsabilidad que asumimos cuando viajan con nosotros otras personas? Es como llevar con nosotros algo valiosísimo, pero muy frágil, que tenemos que cuidar y tratar con sumo cuidado y cariño.

Animamos a no cejar en la educación vial a los niños y jóvenes de edad escolar, así como a concienciar a todos los conductores y peatones que, en buena parte, la seguridad vial depende de cada uno de nosotros, de cómo conducimos y nos comportamos. Decimos en buena parte, porque somos conscientes de que hay muchos puntos negros en nuestras carreteras, e incluso, en muy mal estado el firme de algunas de ellas, que también constituyen, en sí mismas, un grave peligro, para poder terminar felizmente el viaje.

Hoy muchos de vosotros, amigos conductores, seguís recorriendo ciudades y pueblos, e incluso países, ejerciendo vuestro trabajo de transportistas y ganando honradamente el pan para vuestras familias. Pasad, como Jesús,  haciendo el bien, porque Dios está con vosotros.

(…)

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