28 de junio de 2020
1337 • AÑO XXVIII

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Sacramentos de vida cristiana

Relación unción, viático y penitencia

 

Además de los ritos separados de la unción de los enfermos y del viático, redáctese un rito continuado, según el cual la unción sea administrada al enfermo después de la confesión y antes de recibir el viático (SC 74).

En este número se restablece el orden primitivo y correcto de los sacramentos de los enfermos: debe administrarse primero la penitencia, luego la unción de enfermos, que es su complemento, y por último, como coronación, la Eucaristía.

Según la doctrina del Vaticano II la unción se extiende, pues, a todos los enfermos de una cierta gravedad que pueda implicar peligro de muerte, incluso a los ancianos.

Por supuesto que los moribundos siguen siendo destinatarios de la Unción, pero no los únicos. La Unción se destina a ellos porque se destina a los enfermos que revisten una cierta gravedad, de los que aquellos constituyen un caso particular y límite.

La referencia a la enfermedad como tal aparece más visible en SC 75, donde se establece que el número de unciones e incluso el texto de las oraciones se revisen, teniendo en cuenta las diferentes situaciones del enfermo. Para esto, se dan una serie de indicaciones bastante vagas.

Entre los documentos conciliares, el que entra ya en una nueva visión teológica de la unción de los enfermos es la Constitución dogmática sobre la Iglesia (Lumen Gentium), que habla de la unción refiriéndose a los enfermos a quienes asocia con Cristo paciente y destacando además la solidaridad de toda la Iglesia en este sacramento (LG 11).

Esta nueva concepción del sacramento de los enfermos propuesta de manera clara y contundente por el Concilio Vaticano II y plasmada en el Ritual de la unción y pastoral de los enfermos, exige un cambio total de mentalidad con respecto a la manera de ver generalmente este sacramento. Durante muchos siglos se le llamó “extremaunción”, y era administrada en los momentos finales de la vida ante una muerte ya segura y casi inminente, incluso en estado de coma. Esta práctica quedó demasiado profundamente grabada en la mente y en el corazón de la mayoría de los fieles como para desterrarla en cuestión de poco tiempo.

Como conclusión general del Vaticano II podemos decir que estamos ante una visión nueva y más amplia que da prioridad, ante todo, a la situación de “enfermedad” como tal en que se puede encontrar el cristiano, bastante antes de llegar a la muerte e independientemente de ésta, como lo demuestra el texto de LG 11. Este texto pone énfasis en tres cosas:

- toda la Iglesia actúa sacramentalmente con los enfermos;

- se alude a la asociación con el Señor muerto y resucitado;

- este destino particular redunda en provecho de la comunidad, por la incorporación al Cuerpo de Cristo. Esta es la verdadera base teológica.

Ignacio Fernández González
Sacerdote Diocesano