Nº 1334 • AÑO XXVIII
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Sacramentos de vida cristiana
Testimonios de Césareo de Arlés y Beda el Venerable
El obispo Cesáreo de Arlés habla en tres sermones (13, 52 y 184) de la unción de los enfermos y a comienzos del siglo VIII encontramos el testimonio de Beda el Venerable (674-735).
EL OBISPO CESÁREO DE ARLÉS
Habla en tres sermones (13, 52 y 184) de la unción de los enfermos. El contexto general de los tres pasajes referentes a ella es el mismo: Cesáreo quiere exhortar a huir de las prácticas mágicas en caso de enfermedad, y para ello presenta la eucaristía y la unción como remedios eclesiásticos, que no sólo procuran la salud del cuerpo sino que evitan el mal del alma.
Estos textos de Cesáreo centran toda su atención en la eucaristía y en la unción con el óleo, pero no hablan de la oración de la fe. Pero lo más extraño es que cita el texto entero de Santiago, que habla también de la remisión de los pecados. Además ve la unción no tanto como un remedio contra la enfermedad sino sobre todo contra el diablo y sus tentaciones. Ni se dice nunca si esta unción es un sacramento, aunque parece suponerlo por el hecho de nombrarla junto con la eucaristía. Esta eucaristía no debe ser identificada con el viático, porque la situación del enfermo no es siempre tan grave ya que se dice que él mismo “corre” hacia la Iglesia.
BEDA EL VENERABLE (674-735)
Es el comentarista más antiguo que se conoce de la carta de Santiago. Comentando el texto de Marcos 6,12-13 lo une al de Santiago 5,13-15, sacando una conclusión que, aunque pueda parecer exagerada, revela la práctica y la mentalidad de su tiempo: “De aquí resulta evidente que esta costumbre de la santa Iglesia de ungir a los posesos o a cualquier otro enfermo con el óleo consagrado por la bendición episcopal fue transmitida por los apóstoles”
A la luz de la Sagrada Escritura, podemos decir que la práctica de la unción de los enfermos en la Iglesia se inspira fundamentalmente en el ejemplo de Jesús y de los apóstoles, que ven en la enfermedad una desgracia humana a la que responde la misericordia de Dios. El ejemplo de Jesús se convierte en pauta de actuación para la Iglesia, que se considera llamada a acudir a los enfermos para ofrecerles el alivio de la fe.
La configuración del rito de la unción de los enfermos tiene dos puntos de apoyo: la oración litúrgica de la Iglesia en favor del enfermo y el uso del óleo consagrado o bendecido, que se aplica al enfermo como un signo de la gracia de Jesucristo, a través de la Iglesia, para ayudarle tanto en el orden físico como espiritual. En cuanto a la unción misma, las prácticas son variadas, pero normalmente se recarga la celebración del sacramento con la multiplicación de unciones y de fórmulas de acompañamiento.
Ignacio Fernández González
Sacerdote Diocesano