10 de mayo de 2020
1330 • AÑO XXVIII

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Sacramentos de vida cristiana

La enfermedad en la Biblia

 

La Sagrada Escritura no habla directamente de la enfermedad sino en el contexto más general del problema del sufrimiento. Los autores bíblicos parten de la constatación de que el sufrimiento existe y buscan sus posibles causas o motivaciones.

EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
La Biblia no considera la enfermedad desde un punto de vista científico sino más bien religioso. Al describir las enfermedades no va más allá de su descripción empírica, que a veces es vaga y torpe (cfr. Lv 13,14 donde incluso las simples infecciones de la piel y hasta el moho de las paredes se consideran como lepra). No encontramos en el Antiguo Testamento ninguna exhortación a recurrir a los médicos sino a recurrir a Dios (Si 38,2). Y mucho menos está permitido recurrir a prácticas mágicas (cfr. 2Re 1,1-4).

El sufrimiento no es visto como un bien. Al contrario, la salud es signo de bendición de Dios (Si 31,20), por la que se le da gracias (Si 17,28) o se le ruega (Jb 5,8; 8,5; Sb 107,19). El único caso que se considera positivo es el de la ancianidad: ésta es signo de la bendición divina, porque la vida es un don de Dios, que la quiere larga y próspera (Ex 20,12; Pro 10,27; Sb 92,15; Gn 15,15; Tb 14,2) y porque es fuente de sabiduría y de experiencia (Si 25,6-8) que sitúa en las mejores condiciones para ejercer la autoridad: son “los ancianos” (Ex 3,16; 18,12; Sm 5,3; Es 6,7). Sólo cuando llega a ser un peso a causa de la enfermedad se asemeja la vejez a enfermedad (Si 41,3-4).

EN EL NUEVO TESTAMENTO
El Nuevo Testamento se sitúa en continuidad con la reflexión del Antiguo Testamento, corrigiendo o precisando algunas de sus líneas de pensamiento y llevando a su término final otras.

La actividad de Jesús estuvo orientada en su totalidad a destruir las situaciones maléficas y a permitir la manifestación del “Reino de Dios”. Esto significa proceder contra todos los elementos que alienan y enferman la vida humana, con la promesa de que, en la consumación plena de este reino, la enfermedad y la muerte quedarán definitivamente eliminadas.

Jesús no nos es presentado nunca como enfermo; y sin embargo, es el que toma sobre sí todas las enfermedades y las vence, realizando la figura del Siervo de Yahvéh (Mt 8,17). Por otra parte, se presenta como el médico que viene para los enfermos no para los sanos (Mt 9,12; Lc 5,31-32; Mc 2,17). Pero contrariamente a lo que hicieron algunos personajes del mundo antiguo, Jesús no se concentró en actividades terapéuticas. Está claro que las enfermedades que Jesús viene a curar son las causadas por el pecado, las enfermedades espirituales.

 Ignacio Fernández González
Sacerdote Diocesano