5 al 12 de abril de 2020
Semana Santa

1326 • AÑO XXVIII

INICIO - Signo y Gracia

Sacramentos de vida cristiana

Doctrina del Concilio Vaticano II

 

El Concilio Vaticano II ha pedido la reforma del sacramento de la penitencia (SC 72) y ha recordado el papel de la Iglesia en el proceso sacramental (SC 109). 

ENFOQUE GENERAL: LA CONVERSIÓN
El Vaticano II recuerda que todos somos pecadores, pero Cristo nos enseña con su ejemplo a llevar la cruz que la carne y el mundo echan sobre los hombros de los que buscan la paz y la justicia... La figura de este mundo, afeada por el pecado, dará un día paso a los anhelos de paz que surgen en el corazón humano” (cfr. GS 1, 10,13-17,21,38,39,41,43).

El Vaticano II se refiere al hombre sobre todo en la Constitución pastoral Gaudium et Spes. La referencia al hombre y a la lucha entre el bien y el mal que se entabla en su interior y en la sociedad en que vive es clave para hacer descubrir al hombre de hoy el sentido del pecado y el valor del mensaje cristiano de la reconciliación. La teología del pecado y de la gracia constituye el verdadero trasfondo sobre el que se perfila la estructura y dinámica de la penitencia sacramental.

DIMENSIÓN ECLESIAL DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA
En el pecado del cristiano el Concilio Vaticano II destaca además dos aspectos: la ofensa hecha a Dios y la herida causada a la Iglesia. Esta consideración se basa en el principio teológico de la comunión y solidaridad que existe entre los miembros del cuerpo de Cristo, en cuanto constituyen una unidad que participa de la misma fe, de la misma gracia y del mismo Espíritu.

La Constitución dogmática sobre la Iglesia contiene el pasaje más denso y completo sobre los sacramentos, poniendo de relieve la conexión íntima que existe entre todos ellos: “Los que se acercan al sacramento de la penitencia obtienen el perdón de la ofensa hecha a Dios por la misericordia de éste y al mismo tiempo se reconcilian con la Iglesia, a la que, pecando, ofendieron, la cual, con caridad, con ejemplos y con oraciones, les ayuda en su conversión” (LG 11).

Esta doble reconciliación como efecto esencial del sacramento de la penitencia se debe a que el pecado del hombre bautizado es, a la vez, una ofensa hecha a Dios y una herida infligida a la Iglesia. Por el pecado de uno de sus miembros, la Iglesia se siente herida en su esencia más íntima. El bautizado que peca gravemente no sólo se opone a la voluntad de Dios y a su vocación de santidad, sino que al mismo tiempo se ve privado de la vida de la gracia. Por ello, la santidad misma de la Iglesia se ve disminuida y sufre violencia.

El sacramento de la penitencia es un ministerio de reconciliación; que no concierne únicamente al orden de nuestras relaciones con Dios, sino que tiene una trascendencia eminentemente eclesial (LG 11).

El Concilio, sobre todo con esta enseñanza general que implica una perspectiva unitaria de los sacramentos, ha aportado un importante servicio a la significación y a la práctica del sacramento de la penitencia, que corría el riesgo de encerrarse en el secreto de las conciencias individuales y separarse de la comunidad eclesial. De una idea individualista y puramente receptiva de la acción sacramental, se ha pasado a una visión del sacramento como acción de toda la Iglesia.