Nº 1325 • AÑO XXVIII
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Toda la humanidad estamos hoy en la misma barca
A medida que pasan los días, estoy seguro de que asoma más en nuestras vidas, en las de muchos de nosotros, en las de muchos hombres y mujeres de nuestro entorno, la tentación de la tristeza. No nos dejemos llevar por la tristeza. La tristeza no es nunca de Dios. El dolor sí, y el dolor puede ser muy grande, puede ser insoportable incluso, pero una cosa es el dolor y otra cosa es la tristeza. La tristeza nace de la desesperanza. Y nosotros no tenemos desesperanza. Nosotros hemos conocido que todo el que ama ha nacido de Dios. Y estamos viendo a nuestro lado tantos gestos preciosos de amor; tantos gestos de personas que a veces ni siquiera ellos pensarían que había tanto amor en su corazón como para darlo y como para ofrecérselo a otros hermanos.
Pedimos. Pedimos por los difuntos. Pedimos por el personal sanitario, todo él. Pedimos por los farmacéuticos. También por las personas que están en los supermercados, en las cajas de los supermercados, atendiendo a las personas que acuden a comprar y que están allí todo el día, las horas que tienen que estar, y que nos hacen posible a muchos otros el seguir viviendo. Pedimos por todos, que no nos dejemos a nadie. Y si hay alguien que no tenga esperanza para pedir, o si hay alguien que no tenga a nadie que pida por ellos, que pueda encontrarse con que nosotros, en nuestro saco, ponemos también su saco, ponemos también sus necesidades en las nuestras, porque son las mismas. Como decía el Santo Padre la semana pasada: todos estamos en la misma barca, y no sólo todos los cristianos y ni siquiera todos los que vivimos en un país o tenemos una misma tradición cultura. No. Toda la humanidad estamos hoy en la misma barca.
Que todos sintamos que estamos unidos en esa barca y que remamos en la dirección de la misericordia del Señor que no nos va a abandonar. Ni va a abandonar a los difuntos, ni va a abandonar a la humanidad. Por eso, con todo el dolor del mundo, con el peso de una carga tan grande, Señor, Te ofrecemos nuestras vidas, Te ofrecemos nuestro pan y nuestro vino, este don tan pequeño, pero sabemos que te recibimos a Ti a cambio. Sabemos que Tú estás con nosotros, que Tú estás con todos, que no dejas a nadie abandonado en ningún momento de la vida y, menos que nunca, en el momento de la muerte.
+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada
31 de marzo de 2020
Iglesia parroquial Sagrario-Catedral (Granada)