23 de febrero de 2020
1319 • AÑO XXVIII

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Tras el Congreso de Laicos (I)

“Un renovado Pentecostés”

“No tengan miedo de patear las calles, de entrar en cada rincón de la sociedad”. Lo pedía el Papa Francisco en su Mensaje dirigido a los participantes en el Congreso de Laicos, celebrado el pasado fin de semana en Madrid, y por extensión a todos los laicos que viven con seriedad su fe en este “cambio de época” que es nuestro siglo XXI. Desde Granada participaron un grupo de 20 personas, procedentes de distintos movimientos y pastorales diocesanas, así como un representante de las hermandades y cofradías. El lema del Congreso –Pueblo de Dios en salida- anuncia el inicio de un camino que acaba de comenzar, con los laicos como protagonistas, junto a todo el Pueblo de Dios, en sus distintas formas de vocación, desde el sacerdocio, la vida religiosa o consagrada.

Tras tres días de trabajo, en los que también hubo tiempo para la adoración al Señor y lúdica en un concierto con artistas católicos, la ponencia final, a cargo del obispo auxiliar de Barcelona D. Antoni Vadell y la periodista Ana Medina, tuvo un doble objetivo. Por un lado, presentar las aportaciones que, en un ejercicio de discernimiento, los Grupos de Reflexión han formulado tras el recorrido de los cuatro itinerarios que han constituido el eje central del Congreso. Y por otro, ofrecer un escenario de futuro inmediato que permita profundizar en las prioridades que, en un ejercicio de sinodalidad, se han podido identificar durante este proceso.

La ponencia empezó con un breve recorrido por el Pueblo de Dios. Se explicó que la Iglesia nace del misterio de Dios y camina en la historia como pueblo: “Este pueblo estaba formado por hombres y mujeres, cristianos que venían del judaísmo y cristianos que venían del paganismo, apóstoles y maestros, profetas y diáconos, pastores y fieles. Es un pueblo en salida por expreso mandato de Jesús resucitado. La Iglesia es Iglesia en salida y, por eso, en toda época la misión renueva a la Iglesia. En esencia la misión consiste en dar vida. ¿Quiénes forman parte de este pueblo misionero y santo? Hombres y mujeres con diversidad de vocaciones, carismas y ministerios”.

Además, aseguraron que “los laicos somos una parte fundamental del pueblo de Dios. También los laicos somos discípulos misioneros de Jesús. No somos una cosa o la otra, sino discípulos misioneros, sin separaciones, sin divisiones, sin compartimentos estancos. Somos discípulos misioneroscon la mirada puesta en Jesús, conscientes de nuestra propia vocación y con una vida entregada a los demás”.

Afirmaron también que “en estos meses hemos vivido una experiencia de sinodalidad. Sinodalidad es caminar juntos. La Iglesia sinodal, gracias al Espíritu Santo, cultiva relaciones, pone en valor la vocación de cada fiel, favorece los carismas y el sentir con la Iglesia, se caracteriza por la comunión. El proceso sinodal que hemos vivido ha estado caracterizado por: la escucha, el discernimiento y la corresponsabilidad y la participación”.

SEMBRANDO SEMILLAS

“En este Congreso estamos sembrando las semillas necesarias para renovarnos y dinamizar el laicado en España; al mismo tiempo, estamos cosechando ya los primeros frutos de los cuales saldrán nuevas semillas de sinodalidad. Para recorrer este camino necesitamos estar abiertos a la conversión pastoral y misionera, comunitaria y personal. La conversión pastoral y misionera exige la implicación de todos, cada uno desde su propia vocación. Finalmente, la conversión exige humildad. Solo podemos ser humildes si reconocemos que nunca estamos totalmente convertidos”, dijeron.

También se ha hablado de reconocer el valor y la importancia de la cultura: “la cultura que vivimos trae nuevas preguntas. El Sínodo sobre los jóvenes habló sobre algunos desafíos antropológicos y culturales a los que estamos llamados a enfrentarnos en nuestro tiempo. Necesitamos tomar conciencia de estos cambios para poder responder a los nuevos retos del tiempo y de la historia”. Y que en esta cultura la Iglesia sinodal quiere ser sal y luz: “hace tres años, en las aportaciones de los jóvenes españoles para el Sínodo sobre los jóvenes, éstos  soñaban con una Iglesia misericordiosa, acogedora, cercana y abierta al mundo de hoy y, sobre todo una Iglesia fiel a Jesús y su Evangelio. Para ello es importante: salir hasta las periferias, diálogo y encuentro, vivir desde la oración y los sacramentos, apertura a quienes buscan, cultivar las semillas del Verbo, cercanía a los pobres y a quienes sufren, anunciar el Evangelio y estar a gusto con el pueblo”.

Se ha insistido en la vocación como factor clave en la tarea de los laicos: “todos los cristianos estamos invitados a tener un papel activo en la Iglesia y en el mundo, cada uno según su propia vocación. La vocación es el regalo que Dios nos dona junto a la vida. Este pueblo ha sido bendecido con distintas vocaciones. No es extraño entender la vocación como camino de santidad, como fruto del Espíritu Santo en nuestras vidas y en nuestras comunidades, porque toda vida es misión. Hay una continuidad inseparable entre vocación, misión y santidad. La llamada a la santidad es una llamada a la entrega, a la donación y a la alegría misionera. Vocación y misión están inseparablemente unidas. No podemos olvidar nunca que la vocación y la misión nacen del Señor, de Él parte la iniciativa. La misión es del Señor, es Él quien llama y envía”.

“Aquí están los fundamentos de la misión compartida, tan importante en muchas congregaciones e institutos religiosos. La misión compartida va haciéndose realidad. Es una gran alegría constatar la presencia de tantos laicos comprometidos vocacionalmente en la misión. Nos necesitamos unos y otros, cada uno con su propia vocación, para llevar adelante la misión”, han añadido.

Se ha hablado también del protagonismo del laicado. “Este protagonismo –explican- brota del don de la vocación laical y se hace concreto en la responsabilidad que toda vocación conlleva. Cuando posibilitamos y ejercemos este protagonismo, desarrollamos la sinodalidad. Esta se hace efectiva cuando todos los miembros de la Iglesia ejercen su responsabilidad en ella, según la vocación recibida. La responsabilidad de unos está unida a la responsabilidades de otros. Por eso hablamos de corresponsabilidad, que es más que de responsabilidad, porque implica una responsabilidad compartida y ejercida complementariamente. En la Iglesia sinodal nos necesitamos todos. No podemos excluir a nadie y nadie puede excluirse”. Asimismo, han dicho que les gustaría ver “este mismo protagonismo laical en los cauces de participación eclesial, siempre en clave de misión y no de poder”.