5 de enero 2020
1312 • AÑO XXVIII

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Sacramentos de la vida cristiana

La institución del Sacramento de la Penitencia

Desde comienzos del siglo III se citan como textos clásicos a favor de la institución de la penitencia por Jesús el atar y desatar de Mateo (Mt 16,19 y 18.18) y el perdonar y retener los pecados de Juan (Jn 20,23). 

Los evangelios afirman que Jesús concedió a los apóstoles y a sus sucesores la facultad de atar y desatar (Mt 16,19; 18,18), de perdonar y retener los pecados (Jn 20,22-23). Estos textos son fundamentales para el sacramento de la penitencia. En Mateo tenemos dos textos según los cuales Cristo confiere primero a todos los Apóstoles el poder de atar y desatar y después solo a Pedro este mismo poder además del primado. En Juan tenemos también la concesión a todos los Apóstoles del poder de perdonar y retener los pecados. 

PODER DE “ATAR Y DESATAR” Y “PODER DE LAS LLAVES” CONCEDIDO A PEDRO (Mt 16,19)
Jesús pregunta a sus discípulos lo que la gente piensa de Él y finalmente les plantea a ellos la misma cuestión. Y es entonces cuando Pedro hace su profesión de fe en la mesianidad de Jesús y en su filiación divina: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16,16). Y como respuesta a esta profesión de fe, Jesús le dice a Pedro: “Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia… lo que atares en la tierra quedará atado en el cielo y lo que desatares en la tierra quedará desatado en el cielo (Mt 16,19). 

A LOS APÓSTOLES: PODER DE “ATAR Y DESATAR” (Mt 18,18)
Jesús habla a continuación de la corrección de los culpables, de las personas reos de pecados serios que representaban un peligro para la comunidad (Mt 18,17). El texto de Mateo (18,18) se encuentra, pues, en un contexto de exhortaciones que Jesús hace a sus discípulos acerca de la sencillez evangélica, de la edificación de los “más pequeños” en el reino de Dios y de la solicitud hacia los extraviados. En este contexto de caridad fraterna, Mateo da unas normas para guiar la conducta del cristiano en relación con el hermano del que ha recibido una ofensa. Según estas normas, se trata de ganar al hermano, pero si éste se niega a escuchar hay que llevar el asunto pacientemente, paso a paso, hasta llegar a la comunidad si es preciso. Y aquí viene el texto que es fundamental para el sacramento de la penitencia: “Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo” (Mt 18,18).

Ignacio Fernández González
Sacerdote Diocesano