5 de enero 2020
1312 • AÑO XXVIII

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La familia, signo de la comunión que hay en Dios

La familia es el lugar, yo creo que es el invento más grande de Dios. Cuando Dios crea al hombre y a la mujer los crea pensando en que los hombres, hombres y mujeres, pudiéramos comprender cómo Jesús, cómo el Hijo de Dios nos iba a ama y se iba a unir a nosotros. “Abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne”. Eso está dicho, en primer lugar, de Cristo y de la Iglesia, y del segundo Adán y de la segunda Eva, que es la Iglesia. Por eso, yo digo siempre “Esposa amadísima de Jesucristo” cuando me refiero a la asamblea cristiana, porque lo es, porque los sois, porque lo somos. En nuestra comunión, somos la Esposa de Cristo. Pero Dios ha inventado el matrimonio y la familia para que le entendiéramos algo a Él, y es el invento más precioso de Dios. El amor más bello que existe es el amor de los esposos y de los padres a los hijos. (…)

Dios mío, que podamos comprender que la clave de nuestra vida es Jesucristo, que Jesucristo es la clave de lo humano y que su nacer en una familia es la clave de una vida familiar. Que la familia no es una cosa secular, natural, mundana que hay que resolver con técnicos cuando hay un conflicto. La familia es un misterio en el que, si uno profundiza un poco, se termina encontrando con el Misterio de Dios, que es luz que ilumina nuestras vidas en el Nacimiento del Hijo de Dios, en la Familia de Nazaret.

PidámosLe al Señor que toda la belleza que hay en esa familia en la que Dios es el centro se refleje en la medida de nuestras fuerzas, de las capacidades de cada uno, de la historia de cada uno, pueda reflejarse en nosotros, sin confusión, pero sin división. La Tradición de la Iglesia dice también que el alma de la Iglesia es el Espíritu Santo. “Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí”, y vive en mí porque me ha comunicado su Espíritu de Hijo de Dios. Lo divino está en nosotros. La Iglesia es una realidad divina y humana. Su humanidad nos aparece todos los días, porque somos conscientes de nuestros defectos, y vemos los defectos de los demás, generalmente mucho mejor que los nuestros, y vemos los defectos de la Iglesia, generalmente mucho más que los nuestros. Todos tenemos defectos. Pero es divina y humana porque en nosotros no deja de estar, en nuestra comunión, presente jamás el Espíritu de Jesucristo, el Hijo de Dios. (…) Somos el Cuerpo de Cristo, somos la humanidad de Cristo y nuestras familias son el signo de la comunión que hay en Dios.

Hay un proverbio medieval que dice que “cuando lo que es mejor se corrompe, se convierte en lo peor”. Os acabo de decir que la familia es la creación más exquisita de Dios. El amor de los esposos es la creación más exquisita de Dios; la fecundidad de ese amor en los hijos es la Creación más exquisita de Dios. Pensando en lo que tendría que ser la Iglesia, pensando en el Misterio de Dios que se hace carne y humanidad en la Encarnación del Hijo de Dios; pero cuando lo mejor se corrompe, se convierte en lo peor. (…) Porque en un mundo tan alejado de Dios como el nuestro, que a veces nos contagia; cuando la familia deja de ser signo del amor de Dios se convierte en idolatría (la idolatría más terrible es muchas veces la idolatría de la familia. De hecho, el Señor habla muchas más veces de la idolatría posible de la familia que de lo maravillosa que es la familia. Vais a encontrar en el Evangelio muy poquitas cosas románticas y bucólicas sobre lo que es la familia, y si embargo sí que encontraréis “el que ama a su padre y a su madre más que a mí, no es digno de mí”, “el que ama a su hijo o a su hija más que a mí –y ahí es donde se pone más de manifiesto la idolatría– no es digno de mí”). Sólo cuando Dios es el centro de nuestras vidas, entonces la familia adquiere su grandeza y su belleza verdaderas.

(…)

Dios mío, que Tú seas el centro de nuestras vidas, para que nuestras familias puedan resplandecer de la belleza y de la cruz de Tu amor, pero de la cruz y de la belleza infinita de Tu amor. Que así sea para todas nuestras familias y las de nuestros seres queridos. Ojalá sea así para toda la Iglesia de Dios.

+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada

29 de diciembre de 2019
S.I Catedral de Granada

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